lunes, 10 de septiembre de 2012

Lágrimas

Un pequeño chiquillo de apenas 6 años se encontraba en mitad de la carretera llorando, llamando a gritos a su mamá. Una joven se acercó al chico y lo llevó a la acera, donde le preguntó que cómo había llegado hasta allí. El niño no respondió, y en su lugar se aferró a su pierna con fuerza y dejó de llorar. La chica no sabía cómo reaccionar. Le acarició la cabecita y no pudo evitar sentir un instinto maternal invadiendo todo su cuerpo. Así estuvieron varios minutos, y el chico no aflojaba su abrazo. Al final la chica se agachó y el chiquillo la abrazó por el cuello, hundiendo su cabeza en la negra cabellera de ella. Aspiró su perfume y sonrió. La joven comenzó a sentir ganas de llorar, pues podía sentir la soledad de aquella criaturita; una profunda oscuridad que habitaba dentro del chiquillo. Podía sentir la huella de su miedo y cómo llamaba en silencio a alguien. Lo rodeó con sus brazos, allí, agachada en medio de la calle. Acarició de nuevo el suave pelo moreno del chico. Cada vez sentía con más intensidad la penumbra que habitaba en él. Ella misma empezó a sentir su miedo y la necesidad de encontrar la seguridad. Quiso decirle algo para que el chico se sintiera mejor, pero no se le ocurría nada. Entonces un par de lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, e incomprensiblemente se encontró llorando, atrapada en un remolino de miedos, sombras y soledad. Abrazó al chico con más fuerza y la oscuridad se hizo más intensa. Continuó llorando con más intensidad, olvidándose por completo de dónde estaba. Intentó luchar contra toda aquella oleada de sensaciones tenebrosas e hirientes que amenazaban con apoderarse de ella. Quiso hacerse fuerte por aquella inocente criatura abandonada que había acudido a ella para buscar protección, para huir de aquella pesadilla de tinieblas. Cerró los ojos con fuerza y trató de buscar en su interior el calor que lograse ahuyentar las sombras. Aquella batalla se mantuvo durante una eternidad, o eso le pareció.

Finalmente, el chico aflojó su abrazo y las sombras se disiparon. En su lugar sintió una oleada maravillosa de calidez, una sensación nacida en lo más profundo de su ser que se expandió a cada nervio, a cada punto de su cuerpo, y que terminó en una explosión de luz en su cabeza mientras todo su cuerpo se estremecía. Sintió cómo el chiquillo comenzaba a volverse etéreo entre sus brazos. Abrió los ojos y vio de reojo el cuerpo del niño desapareciendo como humo en el aire, mientras la calidez que sentía se iba disipando. Y allí quedó, agachada en medio de la calle sin comprender nada de lo que había pasado. Se levantó, miró a su alrededor y no vio nada extraño. Continuó su camino hacia su casa recordando la experiencia.

1 comentario:

  1. Me gusta, es una oleada de sentimientos muy intensa que se despereza según avanzas en la lectura, pero he de decir que la última frase lo rompe todo en mil pedazos, "recordando la experiencia" si me permites, sugeriría que siguieras con la mecanica menos " racional" del resto de la entrada.

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