lunes, 16 de abril de 2012

Apariencia

La luz es la fuente de todas nuestras visiones. Sin luz, el mundo se vuelve negro y oscuro. Pero en ocasiones la oscuridad revela cosas que nuestros ojos no pueden captar.

Un ejemplo es cuando uno se encuentra en la calle paseando entre los escaparates de las tiendas de moda y las cristaleras de los restaurantes, y en la mayoría de estas cristaleras no ve más que su reflejo. Si quiere que su mirada traspase ese cristal, debe acercarse a él y tapar con las manos toda la luz que viene de su lado, ya que nuestros ojos son incapaces de diferenciar entre dos planos de visión distintos, es decir, que se queda grabado en la retina la imagen con mejor visión.

La gente es igual. Para sobrevivir en un mundo en el que la comodidad se basa en ser aceptado como uno más y cumplir con la mayoría de las expectativas que la gente deposita en uno mismo es necesario reflejar al mundo lo que a uno le muestran: si mañana el 90% de la población se pone un sombrero rojo, tú también te lo comprarás, y no por ello serás una persona diferente.

Para esta metáfora existen muchos tipos de espejos, los cuales no vamos a analizar ahora mismo. Pero cabe resaltar un tipo determinado y escaso que es el espejo deforme. Una persona que mire a otra con este espejo verá reflejada su propia imagen, igual que en el resto de los espejos, pero con deformaciones, devolviéndole a quien lo mira una imagen amorfa y aberrante de la realidad en la que vive. Tras este espejo se esconden personajes entrañables que disfrutan observando las reacciones de aquellos sujetos que se atreven a mirarse en su espejo, y en mitad de su regocijo aprovechan para tomar nota y mejorar la estrategia.

Es bueno, entonces, tener un espejo tras el que resguardarse, y además adaptarlo a tu forma de vivir. Cada individuo adoptará una determinada postura ante este mecanismo de defensa. En resumen, si usted quiere averiguar qué hay detrás del espejo de alguien, deberá acercarse a éste y olvidarse del resto del mundo, ya que es la propia luz de nuestra existencia la que nos ciega ante las verdaderas apariencias de las personas.

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