Fuera de toda cordura, hay relaciones que se valoran más por lo positivo que por el balance. El enamorado (o enamorada) es capaz de aguantar mil torturas con tal de poder compartir un instante de felicidad con la otra persona, y no se plantea si le compensa o no, porque lo hace sin pensar, llevado por la locura y la ilusión. Igual que una enfermedad, el amor es la esquizofrenia del populacho, así como la cura a todos sus males. Por amor se mueven montañas. Y luego cuando éste te abandona y sales de tu estado de embriaguez y enajenación mental, es entonces cuando lo culpas de tu desgracia. Estas características podrían incluir al amor entre el grupo de drogas más peligrosas que existen.
Ante este panorama, cada persona tiene una perspectiva. Los hay que consumen sin control, sin pensar en las consecuencias. Los hay que por buscar la droga desesperadamente acaban consumiendo un sucedáneo que les calma por un breve periodo de tiempo, pero que a la larga acaba haciendo más daño. Los hay que consumen por diversión y sin caer demasiado en su efecto de dependencia. Los hay que de tanto consumir se acostumbran y necesitan aumentar su dosis. Y así podríamos definir las múltiples perspectivas que adopta cada individuo. Ninguna de ellas es la mejor y desde luego ninguna es buena o mala. No existe la mejor manera de plantearse las cosas. Cada uno arriesga lo que cree oportuno y ajusta sus criterios a su forma de ser.
Aunque existen ciertas anomalías y casos excepcionales en los que las reglas parecen romperse...
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