miércoles, 7 de marzo de 2012

Describió la tormenta



Era de noche. Se sentó sobre la hierba mojada en las vastedades de un prado. Los árboles se contaban con los dedos. Media luna brillaba espléndida sobre el cielo rodeada por miles de luciérnagas pegadas al cielo con chinchetas invisibles. Los ojos de los fantasmas se fijaban en él, y no le perdían de vista. Sentía cómo el universo se daba la vuelta para observarle.
En su mente las ideas volaban, se arrastraban, colisionaban unas con otras. No podía apartar la vista de un grupo de estrellas, cuya forma parecía gritar "jódete". Y él lo sentía, el cómo los dioses le propiciaban pequeñas tobitas en la nuca con sus gigantescos dedos. Por cada tobita, un recuerdo más aparecía en su mente. Y le costaba cada vez más mantener una idea positiva en su cabeza.
La perspectiva de que ya no había más camino que recorrer le acorralaba en un callejón de recuerdos sin salida. Su vida parecía estar a punto de descender por una pendiente vertical en la cual no había fin. Entonces se quedó atónito al ver un pequeño gato de pelaje negro a su derecha que lo mira con ojos firmes, curiosos. Estaba sentado sobre las patas traseras y ondeaba la cola de un lado para otro. El tiempo parecía haberse parado por un instante. El gato y él mantuvieron la mirada firme durante años hasta que el tiempo volvió a correr. Y el gato se levantó, se acercó lentamente hacia su pierna y frotó la mejilla contra sus vaqueros. Luego se paseó entre sus piernas, pasando el lomo pegado a ellas, como si exigiese que le mirase. Él también quería que le mirasen, sólo una persona. Pero pedía lo imposible. El gato se sentó a su izquierda y esperó tranquilo. Levantó la mano para acariciarle y el animal ni se inmutó, pero cuando estaba a pocos centímetros, la zarpa rasgó el viento y le hirió la mano con cuatro profundos surcos. Luego volvió a quedarse como estaba. Se miró la herida que sangraba lentamente y miró al gato. Éste parecía estar diciendo "no haber intentado tocarme" y él le contestó con una mirada nostálgica: "Es injusto, tú puedes tocarme y yo a tí no. ¿Por qué te frotas en mí entonces, cabroncete?".
El gato pareció haberle entendido, porque se acercó más, se puso sobre dos patas y apoyó las delanteras sobre sus rodillas plegadas. Volvió al ataque e intnetó acariciarle de nuevo. Ésta vez el gato se dejó tocar y ronroneó con suavidad, dando a entender que le gustaba aquello. Luego giró la cabeza y le lamió la mano. Él se dejó, y de nuevo observó anonadado cómo el gato intentaba curarle la herida que le había provocado.
"¿Por qué eres así? Primero me provocas, luego me hieres y ahora intentas curarme. Ella también era así, ¿lo sabes? Aunque en el fondo me quería, ella lo que buscaba era satisfacer su necesidad igual que tú. Terminó por herirme para siempre, porque hay heridas que no curan. Y luego se fue. Qué suerte teneis de tener siete vidas..."
Y el gato, que seguía lamiéndome la herida, lo miró fijamente y maulló, dandole a entender que sabía de qué hablaba. Por unos minutos ese gato había conseguido hacerle desprenderse de las ideas aterradoras, pero ahora volvieron a su mente con más fuerza que nunca. Todos los recuerdos vinieron de golpe y su mente no podía asimilarlos a la vez. Se desbordó y se echó a llorar. Emanó un profundo grito de rabia a la noche, y su eco resonó por todo el valle. El viento pareció responderle con una racha de aire que hizo moverse violentamente las hojas y ramas de los árboles. El gato, que había permanecido sentado, se levantó y echó a andar alejándose de él con tranquilidad.
"No te vayas... Por favor... Ahora mismo eres lo único que tengo"
Y por tercera vez su perplejidad era desmesurada cuando el gato se paró en seco, giró la cabeza mirándolo de soslayo, y tras dudar unos instantes, viró de pronto y echó a corrar hacia él. Lo vio acercarse tan rápido que no fue consciente de cuándo iba a llegar a él. El gato saltó y lo placó con el lomo sobre las rodillas. Inmediatamente después se puso en posición de caza y le maulló. Fue un maullido agudo, corto e intenso, y su cola se movía alocada de un lado a otro. Le pareció que el gato sonreía, y que quería jugar. Así que jugaron. Jugaron, jugaron y jugaron hasta que no pudo más. Cayó en un profundo sueño, y el gato se marchó del lugar.
Cuando despertó se encontraba en una cálida habitación. El sol entraba por las ventanas con sus rayos intensos como el fuego de un volcán. Lo arropaban varias sábanas. La puerta de la habitación estaba abierta, y se oia una radio sonar a lo lejos. Se levantó y caminó hacia la puerta. En un sofá había una muchacha mirando hacia la chimenea encendida haciendo ganchillo con un gato negro en su regazo. Se quedó paralizado en la puerta mirándola. El gato le olió y levantó la miraba, soltando un maullido de aviso. La chica se giró, y le sonrió. No hacía falta nada más. En la radio, el hombre del tiempo confirmaba la subida de temperaturas ante la llegada del verano. Y aunque se encontraba perdido y no sabía qué hacer, se sentó sin que nadie dijera nada al lado de la chica., que había parado de hacer ganchillo y lo miraba con ojos risueños y una gran sonrisa. Él no sabía qué decir y sin pensar dijo:
-¿Te gusta la lluvia?
-Me encanta. Sobre todo los relámpagos.
-Hace dos días fue una noche de lluvia y relámpagos.
-No estaba aquí... ¿Cómo fue?
Y durante horas hablaron de todo y de nada, de su vida, de sus ideas y de los recuerdos... Y le describió la tormenta más violenta de su vida cuyos recuerdos le acompañarían para el resto de sus días.

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