A salvo bajo la perpetua mirada de las estrellas, sus manos acariciaban el suave cabello de aquella belleza, de aquella chica que le había entregado algo más que su cariño. Bastante más. Sentía la seguridad que tanto había buscado durante años, y ahora que por fin la tenía no podía disfrutarla por completo. El tormento de que cualquier día ella se marcharía era demasiado fuerte como para aplacarlo. El sabor agridulce de tenerla lo tenía en jaque todas las noches, y sólo cuando ella lo miraba, lo besaba o le susurraba palabras al oído, sólo entonces el amargor se precipitaba para dar cabida a un mundo de sensaciones maravillosas.
Era así como se sentía, y ella lo sabía. Por eso trataba de no hacerle dudar ni un momento, e intentaba demostrarle y convercerle de que estaría con él para siempre. Pero "siempre" era una palabra impronunciable ante él.
-La única certeza que se puede tener al decir "siempre" es que siempre que la uses sabrás que te estarás equivocando.
Ella odiaba aquella facultad suya de destruir esos pequeños detalles que hacían los momentos mágicos más mágicos aún. Pero en el fondo tenía sus razones para vivir en ese constante desengaño. Su experiencia no le dejó otro legado más que la desconfianza. Y ahora ella debía curar aquellas cicatrices.
Pero en la mente de él se escondían los pensamientos más oscuros, aquellos que nunca compartiría con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario