sábado, 12 de enero de 2013

Hard Rock Nachos


Simbolizan algo muy especial para mí. Como muchas otras cosas.

Las experiencias nos ayudan a mejorar nuestra visión del mundo, a perfeccionar las ideas. Hay experiencias que uno debe vivir, decisiones que debe tomar, porque si no las toma se arrepiente durante el resto de su vida. Y cuando una decisión importante nos lleva a una situación dolorosa le echamos la culpa a dicha decisión. Yo creo que una experiencia es, por encima de todo, ya sea buena o mala, algo beneficioso. Algunas cosas no se aprenden escuchando simplemente. La complejidad de la vida no se puede transmitir con un mensaje. La mayoría de las cosas importantes las aprendemos con dolor y alegría. Y el recuerdo es mucho más fuerte que el de unas palabras a las que hicimos caso.

Estoy feliz con mis recuerdos, pero no estoy feliz con el final. Quiero volver a probar los nachos del Hard Rock.

viernes, 4 de enero de 2013

Obsesiones


Cuando uno creía conocerse del todo, de pronto se abre una puerta en un lugar inesperado y nos adentramos en otro universo, distinto, desconocido, caótico. Nuestra burbuja, ese espacio virtual que podíamos definir como “nuestra vida”, estalla, y uno se queda desnudo, indefenso ante el extraño mundo que le rodea. Se siente perdido, desorientado, inseguro y preso de una situación que no ha elegido. Entonces no le queda más remedio que afrontar su situación y, con los medios de que disponga, construirse otra burbuja en aquél páramo inexplorado. Con el nuevo escenario cambian las reglas. Uno debe adaptarse a lo que le venga y encontrar el mejor equilibrio entre él y su ambiente. Este cambio se produce de forma impredecible y no se puede controlar. Por eso uno debe saber reaccionar ante las situaciones inesperadas e improvisar con sus propios medios un plan para resolver sus problemas.

Lo que pocos tienen en cuenta es que uno no puede manejar a su voluntad su mente, y aunque el lado consciente esté trabajando bajo nuestro mando, la mayor parte de nuestras decisiones las toma el otro lado, el subconsciente. Pero nos engaña, haciéndonos creer que hemos sido nosotros los que por nuestra propia voluntad hemos decidido apartar la mano de la sartén cuando al tocarla nos quemamos. Tanto para lo bueno como para lo malo, uno está sometido a la tiranía de su subconsciente, y aún cuando logra saltar ciertas barreras que su propia mente le pone y se achaca el mérito de haber controlado a su cerebro, la sensación de felicidad es la que le permite vanagloriarse y reafirmarse en su idea de que su voluntad prevalece sobre sus pensamientos.

Y las obsesiones, aquellos fantasmas que nos persiguen y no nos dejan conciliar nuestros sueños, arrancándonos en mitad de la noche de los brazos de Morfeo para mantenernos en vela hasta la hora del desayuno, son ellas las culpables de que confundamos realidad, deseo y miedo. O dicho de otro modo, vemos lo que queremos y tememos lo que no queremos. Al principio uno se deja llevar por la imaginación cuando en la incesable retahíla de pensamientos que pasan por nuestra cabeza encuentra un hilo suelto, lo agarra y comienza a tirar. Y tira, tira, tira para saber qué hay al otro lado. Nuestra mente se mete entonces en un estado de imaginación idóneo para que de un momento a otro nos encontremos especulando sobre posibilidades e hipótesis de fundamento inestable, seguido de imágenes con las que nuestro miedo se alimenta, creándonos una sensación de alerta que nos hace pensar que debemos hacer algo para evitar aquello que imaginamos. Si uno logra darse cuenta de que ha caído en las garras de la obsesión suele intentar convencerse de algún modo de que sus ideas no son reales, o que son meras elucubraciones sin sentido. Y de forma incoherente las obsesiones cobran fuerza, atrapando a uno con más fuerza. En cambio, si uno decide hacer caso a sus evocaciones mentales con un criterio lógico, finalmente se pierde en un mar de preocupaciones.

Acepta sin juzgar. Si temes, crees que está en tu mano la posibilidad de cambiar una situación mala a una mejor. Si aceptas, la situación mala, que ni siquiera está en el presente, no cambiará. Si no juzgas, no compararás la situación con otras para ver si es mejor o peor, buena o mala. Será la situación que será. Esta es la mejor manera de liberarse de una obsesión.