miércoles, 27 de febrero de 2019

Yo

Para un momento, respira. Escucha eso, el sonido del aire entrando en ti. Busca la sensación del frescor. ¿Lo sientes?

Ya se ha ido. Da igual cómo fuera la experiencia, porque ya no es. Pero... Para un momento, respira de nuevo. Escucha eso, el sonido de otro aire, entrando en otro cuerpo, otra vez en ti. Busca una nueva sensación de frescor. ¿Lo sientes?

También se ha ido. La recuerdas, la puedes describir con palabras, y serán parecidas para ambas experiencias. Cada una fue una distinta, pero las dos tenían cosas en común. Por eso las relacionas.

Del mismo modo que intentamos calificar y etiquetar las experiencias, nos calificamos y etiquetamos a nosotros mismos. Es un mecanismo automático y necesario para el orden y la organización que nos permite saber que yo soy yo, y tú eres tú. Nos comparamos, nos diferenciamos y nos juzgamos. Mejor, peor... Pero nuestra mente es simple, y necesita ideas sencillas. Así que nos equivocamos cada vez que juzgamos, cada vez que etiquetamos, cada vez que simplificamos. Cuanto más complejo es sobre lo que se intenta pensar, más nos equivocamos.

¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Cómo soy? No se puede responder a estas preguntas sin equivocarse. Por eso es más interesante cambiar la pregunta: ¿Quién hace estas preguntas? La respuesta parece evidente.

"Yo".

Un "yo" impermanente, cambiante, adaptable, inteligente, y para intentar comprender quién soy "yo", el "yo" intenta verse a si mismo, tocarse a sí mismo, escucharse a sí mismo, pensarse a sí mismo... sin darse cuenta de que esto es tan inútil como que un cuchillo intente cortarse a sí mismo.

"Yo" es una idea en nuestra mente que surge de la comparación de lo que "no soy yo". "Yo" es la experiencia de pensar, de sentir, en este preciso momento. "Yo" no existió ayer, era otro "Yo". "Yo" no va a existir mañana, será otro "Yo". "Yo" no está limitado a un espacio físico ni temporal, porque "Yo" sólo es la experiencia de intentar ordenar ideas, producto de las comparaciones, y de intentar capturar en una fotografía esa experiencia, para poder usarla más adelante y poder referirse al "Yo".

¿Por qué pensamos en "Yo" tanto? Por miedo. Por protección. Por desconfianza. Porque sabemos que la experiencia del dolor, del sufrimiento, es desagradable, e intentamos huir de ella. En ese intento de huir empezamos a disociar, lo primero, el dolor del "Yo". "Yo" siento dolor. Algo provoca dolor. No quiero dolor. Por lo tanto, "Yo" intento evitar el dolor, y para ello intento encontrar la causa del dolor. Pero esto ya es erróneo. "Yo" y el dolor no están divididos, igual que una llama no está separada de su luz.

No somos siempre los mismos. El dolor no es siempre el mismo. "Yo" experimento dolor porque "Yo" identifico la experiencia del dolor como algo separado del "Yo", como algo externo de lo que puedo huir. Cuando la realidad es que "Yo" soy el dolor cuando "Yo" experimento dolor. Y esa experiencia no será eterna. El dolor resonará en tu cuerpo, y activará otras experiencias. Experiencias de pensamientos, de recuerdos, de predicciones... "Yo" soy todo esto. Pura experiencia. Y "Yo" no he elegido ser estas experiencias.

"Yo" no elijo ser "Yo", porque elegir no es algo que dependa del "Yo". "Yo" no elijo ver, "Yo" no elijo oir, es algo que ocurre, simplemente. "Yo" no elijo hacerme la pregunta, ¿Quién soy "Yo"?. Pero la hago. Y ahora sé la respuesta.

Yo soy ahora.

Ahora no parece una buena respuesta para la pregunta "Quién". Porque ahora no es una persona. Y si pregunto "quién" soy yo, estoy esperando una respuesta que identifique una persona, una identidad, una cualidad o algo que me permita hacerme una idea de lo que es "Yo" y lo que es "no Yo". Y sin embargo, ahora es justo la respuesta que necesito para comprender dónde empieza el "Yo" y dónde termina. Porque la única propiedad que podemos decir de "Yo" es que no fue ayer, ni mañana, ni antes ni después. Esta es la trampa del tiempo.

El tiempo no es ni más ni menos que la idea de que existe una causa y un efecto, la causa de la experiencia y el efecto del recuerdo. La causa de un beso y el efecto del amor. La causa de una emoción y el efecto de un sentimiento.

"Yo" solo es el sujeto de un verbo, de una acción. Una acción que se divide en causante y efecto. "Yo" soy la causa de algunos efectos que "Yo" puedo observar. Como por ejemplo, "Yo" recuerdo algo. Se puede ver que "Yo" y el proceso de recordar están unidos. El sujeto y la acción se convierten en lo mismo. Y la acción se lleva a cabo en un momento concreto, ahora. Puedo hablar de una acción que se hizo ayer, pero hablar de ello no es lo mismo que el hecho de que ayer ocurriese. Pensar en que "ayer recordé algo" es una idea, pero en el momento en el que "Yo" recordé algo, en ese mismo momento, "Yo" era ahora. En este mismo momento, "Yo" soy ahora. Mañana, "Yo" seré ahora.

Entonces la única respuesta que es correcta es:

Yo soy ahora.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Tanha

¿Qué es el deseo? ¿Cuántos tipos de deseo existen? ¿Por qué sentimos insatisfacción y decepción? ¿Acaso todas las personas lo sienten por naturaleza?

En la gran vastedad de nuestra psique encontramos enrevesadas ideas y conceptos, en ocasiones obsoletos, antiguos y tóxicos. Tal vez una de las ideas más comunes y que más nos bloquean es la idea de que las cosas que hemos vivido se repetirán en el futuro. Como animales inteligentes, tenemos la capacidad de reconocer patrones y reproducirlos mentalmente; una herramienta de supervivencia tremendamente útil que nos ayudó a correr ante la visión de una criatura amenazadora, parecida a aquella que se comió a aquél compañero de caza durante la época en la que todavía vivíamos en cuevas y vestíamos con taparrabos.

Miles de años después seguimos reconociendo patrones y utilizando nuestra inteligencia para adelantarnos a los acontecimientos. Sin embargo, este comportamiento parece haberse vuelto patológico y descontrolado. El resultado; un hábito de ansiedad por predecir lo impredecible y estar prevenidos ante cualquier posible amenaza que nuestra mente se imagine. Por supuesto, no todo el mundo es igual de propenso a este comportamiento, pero se podría considerar una tendencia generalizada.

Es importante comprender la naturaleza impermanente e imprevisible de este caótico universo en el que vivimos, donde las únicas experiencias controladas que observamos son aquellas artificialmente creadas en un laboratorio (e incluso aquí, ni siquiera se controla el 100% de los factores). Si aceptamos que nuestras ideas tienen un margen de error con el que debemos lidiar, sólo nos quedaría tragar la posible sensación de inseguridad que nos deja la idea de vivir en un universo impredecible. Y si somos personas ambiciosas, con objetivos claros y metas bien definidas, debemos comprender que, al igual que un jardinero no puede CRECER una planta, nosotros no podemos OBTENER un resultado. Lo único que el jardinero puede hacer es abonar el terreno donde plantó la semilla, y regarla TODOS los días, pero sólo la cantidad suficiente. De la misma forma, si uno dispone de una semilla (una idea) buena, deberá echarle al suelo un abono de calidad (el entorno adecuado) y regarla (ejercitar y trabajar en la idea) a diario. Sólo queda esperar a que, si el Universo lo considera adecuado, la planta crezca. Y si no nos gusta la planta que ha crecido, siempre hay tiempo de plantar otra, e incluso varias a la vez, pues un jardín con una única planta parece un poco solitario. En la diversidad y el equilibrio está la virtud.