domingo, 3 de noviembre de 2013

Viento

Solemos quejarnos de aquello que no queremos. Tendemos a tomar decisiones que nos ayuden a evitar ciertas situaciones. Vivimos a la defensiva, como si la vida fuera una mala esposa que día a día nos escupe frases hirientes, mientras nosotros buscamos la manera de no escucharla. Y sólo cuando cerramos los ojos por la noche y nos separamos de ella respiramos tranquilos.

Cuando tenemos puertas delante y las miramos todas, aquellos que se fijan en las que no deben cruzar son los que viven con miedo. En el otro extremo, aquellos indecisos que tratan de tomar la mejor puerta de todas viven en tensión y angustia. También los hay que abren puertas sin criterio alguno, o abren una que a simple vista parece buena; los insensatos. Por último están aquellos que miran todas las puertas, dejan que su instinto les guíe a una de ellas en función de lo que él cree que puede encontrar detrás, y cuando se acercan lo suficiente se paran unos segundos a pensar en esa puerta. Si su instinto la acepta y su razón da el visto bueno, cruza sin pensar. Estos son los vividores.

Una decisión buena no siempre es una decisión acertada. Una decisión mala no siempre es una decisión infructuosa. El mundo es demasiado complejo para juzgar con nuestros ojos. La gente es demasiado distinta para entenderla con la razón. La vida es demasiado corta para buscarle un sentido. La vida es demasiado larga para buscar una salida. El camino conduce al destino, pero en las posadas anidan los cuentos. Y los cuentos nos hacen más felices.

No existen las claves, tenemos pistas. El deseo no nos hace felices, hay más cosas que vivir de las que podamos desear. Escucha, presta atención, porque a cada instante las pistas pasan fugaces, y son demasiado complejas para descifrarlas con la cabeza. Ten confianza, no existen los agujeros. No tengas miedo a volar.