sábado, 6 de noviembre de 2021

Clima

Viento, brisa suave que acaricia nuestras mejillas. La fina lluvia de una nube que te envuelve. El frío calando a través del chubasquero, y tú, con tu cara de tonto y esa sonrisa que delata al niño que eres; que fuiste; que serás. Las vistas del valle. El verde manchado de tonos de otoño, la ladera de la montaña mostrando sin tapujos todo su esplendor. Ojalá tener el mismo valor para mostrarnos ante los demás al natural, sin filtros, con nuestros árboles de hoja marchita y los troncos partidos por las tormentas.

El silencio salpicado por las gotas sobre tu capucha. Pero hay silencio en tu mente. Durante diez puñeteros segundos, el silencio que tanto te gusta escuchar. Y es tu risa la que lo rompe. Qué maravilloso sonido, tu propia risa. Y te das cuenta de que eres feliz, aquí y ahora, con los pantalones mojados y el corazón calentito. Porque estás justo donde quieres estar. Porque has llegado a ninguna parte, y sabes que de mejor que ahí no se está en ningún otro sitio. Ya no hay peso en tu mochila, y el regalo de los sentidos fumdiéndose en tu consciencia es todo lo que necesitas en este momento. Puedes caminar libre, hacia ningún lugar, porque sabes que la felicidad no está en el destino, sino en las historias y experiencias que compartes de camino a ninguna parte.

Y qué mejor compañía para ir allí que otra alma libre... Otro niño perdido, como tú, que no busca; encuentra. Otra alma mágica llena de luz y amor, que te acompaña, que te recuerda que no es el cómo ni el cuándo lo que importa, ni el porqué, ni el para qué. Lo único que importa a veces es con quién. Da igual el resto, si estás con la persona adecuada. Es el clima que se crea al estar juntos, a pesar de la lluvia y el frío, a pesar del cansancio y las ganas de meterse bajo la mantita al llegar a casa. Es la sensación de plenitud, la satisfacción de sentir que todo está en su sitio, el sentimiento puro de paz, de calma, de serenidad.

Y encima, su sonrisa... Esa sonrisa con el brillo en los ojos, llenos de vida y alegría incluso en los días no tan buenos. ¿Qué más necesitas? Si es así de simple, basta con observar y sentir, aunque te asuste, aunque el corazón te lata a mil por hora, porque la intimidad es así; intimidante. Pero el clima lo acoge todo con sus brazos de amor y gratitud, y sabes que puedes estar tranquilo, por mucho que parezca que se te va a salir el corazón del pecho.

Es maravilloso estar vivo, pero sólo porque existe gente con quien conectar y compartir la experiencia de vivir. Gente dispuesta a crecer, a aprender y a superar sus miedos y sus dificultades, a pesar del dolor. Gente dispuesta a abrirse de par en par, a mostrar su lado más vulnerable y a confiar en ti como el testigo de sus emociones. A todos los que no tenéis miedo a mostraros como sois:

Gracias.

lunes, 3 de mayo de 2021

Conectando

El observador vive dos realidades:

Por un lado, el exterior. Un mundo lleno de información donde viven otros observadores, donde el espacio y el tiempo parecen seguir un orden lógico, donde la cultura une a los individuos en redes de complicidad y confianza artificial. Pero sólo percibimos una versión distorsionada y filtrada de este mundo. Sólo vemos aquello que nuestra mente nos permite. Y con lo que hemos vimos hacemos una historia, una explicación coherente con lo que creemos.

Por otro, el interior. Un mundo con menos información, pero que de alguna manera parece más real que la realidad misma. En este Universo conviven millones de seres, cada uno luchando por su espacio. Las jerarquías se alteran y surgen nuevas ideas. El valor relativo de cada emoción cambia tanto que es difícil seguir el ritmo. Recuerdos, creencias, pensamientos, emociones, sentimientos, sensaciones físicas, impresiones, deseos, ambiciones, precauciones... Un sinfín de mensajes en tu bandeja de entrada, y un sólo instante para darle sentido a todo eso, porque al instante siguiente vuelve a llegar una nueva oleada de información.

Verás, la naturaleza es aleatoria. Decimos que la naturaleza "nos da herramientas de supervivencia". En realidad la naturaleza da todo tipo de herramientas, pero en el tiempo perduran las que consiguen sobrevivir. Esta es la típica ilusión de la coherencia. Como lo que veo son animales con instintos afilados de supervivencia, entiendo que la naturaleza nos equipa para eso. Pero en realidad es al revés. Porque una de las casualidades de la evolución nos ha dado la capacidad de sobrevivir, es la causa de que perduremos nosotros y no el resto. La naturaleza es aleatoria, y nosotros le damos nombre a los patrones más comunes. Damos nombre como resultado de un consenso, siempre en beneficio de la comunicación. Y esta capacidad, la capacidad de comunicación, forma parte del kit de supervivencia mágico con el que la naturaleza parece "habernos bendecido". Ahora podemos comunicarnos para avisar a otros de los peligros.

Y cuando los peligros parecieron haberse terminado, la mente empezó a expandirse, encontrando nuevas utilidades a la capacidad de comunicarse. Empezamos hablando del pasado, de nuestros recuerdos, de cosas que nos asustaron y que pusieron en peligro nuestras vidas. Otros nos escuchan, comprenden, aprenden y modifican su conducta. Pero para facilitar esta transmisión de información hace falta poner el mensaje en un buen envoltorio que los demás deseen abrir. Así nacieron las historias, y el arte de conectar con los demás a través de las palabras.

Este evento construyó un puente entre el mundo exterior de los observadores (nosotros, los peligros...) que nos escuchaban y nuestro propio mundo interior (emociones, creencias...). Las historias nos han permitido conectar con los demás. Y por eso no es extraño que nuestro propio cerebro haya adoptado este mismo mecanismo de almacenamiento de información. Guardamos los eventos de nuestra vida como historias, con el objetivo de explicar ambas realidades que el observador vive de forma simultánea. Así, cada memoria es una forma de explicar cómo nos afectaron los eventos exteriores a nuestro mundo interior. Y una vez que una historia queda guardada, tiene la particularidad de cambiar y evolucionar como una criatura con vida propia.

Las historias conectan mundos aparentemente separados. Las personas viven caminando sobre el tejido constante de historias que su mente fabrica, y por defecto le damos validez y credibilidad a cualquier historia que parezca tener coherencia. Pero según vamos creciendo y madurando como individuos, las historias se vuelven cada vez más complejas con el fin de conectar y explicar mejor lo que ocurre en ambas realidades, la exterior y la interior. Cuanto más complicada es una historia, más energía consume. Y la energía se nos agota... Lo que quiere decir, cuando no tenemos energía, no podemos encontrar historias coherentes que expliquen adecuadamente las realidades complejas que experimentamos.

Pero llega un gurú con su turbante de seda, con sus barbas canas y su pose magnífica, y nos recuerda que las historias son sólo eso: historias. Nos alienta a ignorar las historias, a salirnos de ese lugar de explicaciones racionales que, a fin de cuentas, no deja de ser una interpretación más (y, a menudo, errónea). Y nosotros le decimos, "¿cómo voy a ignorar las historias? Son la única forma de comprender y recordar las cosas malas del pasado... Porque quiero evitarlas. Necesito evitarlas".

Y entonces el gurú, con la paciencia de una persona que ha escuchado la misma excusa millones de veces, nos pregunta con cariño:

- ¿Por qué quieres evitar que te pasen cosas malas? ¿Acaso no estás agradecido de lo que te han enseñado?

Nosotros respondemos con enfado e indignación:

- ¡¿Cómo voy a estar agradecido de haber sufrido tanto?! Nadie se merece sufrir. Por eso es natural querer evitar que te vuelva a ocurrir la misma cosa. Por eso recordamos las historias. Nos estamos defendiendo para sobrevivir.

Y el gurú, de nuevo lleno de paciencia, nos recuerda, tal y como ha hecho con otros tantos:

- A nadie le resulta cómodo el dolor. Pero como verás, el dolor es la forma que nuestro cuerpo tiene de decirnos que debemos movernos. Debes dejar que el dolor haga su trabajo en tu cuerpo. El dolor es la realidad que experimentas tú. El sufrimiento es la explicación, es la historia que tu mente ha creado. Es la forma que tiene tu mente de rechazar el dolor, de negarlo.

Aún indignados, respondemos:

- Pero aceptar el dolor implica experimentarlo, y es desagradable. ¿Cómo puedo aceptar algo así? ¿No es lógico intentar evitar dolor en el futuro?

Y el gurú, con una sonrisa, viendo que empezamos a comprender su mensaje, nos aclara con la compasión y la complicidad que sólo otro ser humano puede demostrar:

- Crees que puedes elegir entre dolor y no dolor. Pero cuando el Universo te envía una experiencia desagradable, tú sólo puedes elegir entre el dolor de aceptarla, o el sufrimiento de rechazarla. El primero es intenso, pero breve. El segundo es más ligero, pero permanece en nuestra mente como una enfermedad.

Al final, todos somos sentimientos, y tenemos seres humanos.

Y a pesar del dolor, tenemos la maravillosa capacidad de conectar con los demás; para escucharles, para comprenderles, para aprender de ellos y, con suerte, para hacerles sentir que no están solos y que hay otras personas que entienden su dolor y, con complicidad y compasión, están dispuestos a compartirlo.

jueves, 8 de abril de 2021

Veritas

El dolor de una pérdida es puro. La emoción de la tristeza busca ser escuchada, expandirse para llegar a los corazones de los demás. Parece algo normal el intentar esquivar este tipo de situaciones. Pero es tan necio como no querer ver la corrección de un examen.

El aprendizaje también es una victoria. Engañarse es tentador cuando lo que vemos no nos gusta. Mirar a otro lado es inevitable cuando la verdad duele demasiado. Y sólo aquellos ojos capaces de aguantarle la mirada podrán seguir evolucionando y caminando en la dirección adecuada.

Nadie dijo que el camino fuera fácil. Sólo que merecería la pena.



sábado, 26 de septiembre de 2020

Desprotegido

 Y cómo duele... Más allá de lo que vemos está lo que sentimos. Nuestra mente es más sabia de lo que parece. Incluso un niño de 8 años es capaz de comprender los signos de rechazo y repudio... Pero no es capaz de entender por qué se produce. O al menos no es capaz de entenderlo porque porque no es capaz de comprender cómo se sienten los demás. Su mente está demasiado ocupada descifrando por qué ya no tiene la atención y el reconocimiento que tuvo en el pasado. Su identidad se veía en peligro por todos lados.

En aquél pozo oscuro, frío, cubierto por musgo y polvo, donde su llanto se perdía sin ser escuchado, pero su dolor resonaba con el eco de las piedras. Las lágrimas de desconsuelo brotaban sin parar, mientras su mente se perdía en un laberinto de preguntas sin respuesta. Esperando a que alguien viniera a rescatarle, cansado de intentar trepar, su vida perdía brillo cada día. De algún modo seguía luchando, con el poco sentido del humor que le quedaba. De algún lugar de su alma surgía una chispa de alegría y entusiasmo que le permitía seguir respirando, a pesar de que cada bocanada de aire sabía a metal, como cuchillos.

Ya se hizo a la idea de que este sería su eterna morada, el lugar que le correspondía. Y en su intento de huir sólo lograba caer un poco más en la oscuridad. Era inútil. Y a pesar de todo, seguía soñando, y en sus sueños aparecía un ángel en forma de mujer que le sacaría de aquél infierno helado e inerte.

De pronto...

De pronto alguien le llamó por su nombre. Con el eco resonó por cada rincón del pozo. El niño levantó la vista con incredulidad. ¿Quién podría estar prestándole atención, si ya no existía, no era nadie?. Su nombre volvió a sonar. La voz se oía por todas partes, pero no surgía de fuera del pozo, sino de dentro. Otra vez sonó, en voz alta y clara. En su mano derecha brilló una luz roja, intensa, desprendiendo fuerza y seguridad. De su puño nació de nuevo la voz grave que le llamaba. Y en su mano izquierda una luz púrpura le llamó con voz suave. Como una canción, las voces se alinearon, resonando armónicamente y llenando el lugar de un brillo cálido.

Y todo cambió. Ya no estaba en el pozo, y ya no era un niño. A su alrededor caminaban rostros familiares, personas que le querían y le respetaban. Miradas cariñosas y sonrisas que decían "me alegro de verte". Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos, esta vez de alegría. Por fin terminó la pesadilla. Sin darse cuenta, había salido de la oscuridad y ahora caminaba junto a otras personas maravillosas con las que compartía sentimientos, intereses e ilusiones. ¿Cómo había llegado hasta allí?

La respuesta era difícil de explicar, pero fue un proceso largo y doloroso de aprendizaje. Tuvo de dejar de ser él para luego reencontrarse consigo mismo. Era como volver a caminar en unos viejos zapatos. Ahora debía volver a acostumbrarse.

martes, 12 de mayo de 2020

Conflicto


Observo mis pensamientos y veo que gran parte de mi energía mental está dirigida a intentar encontrar un modelo lógico que me permita predecir el comportamiento de aquello que me afecta. Mi mente analiza las situaciones donde me siento vulnerable y empieza a proyectar todo tipo de peligros y amenazas. Supongo que este es el comportamiento normal de una mente. También tengo la costumbre de analizar lo que ha ocurrido, buscar fallos y mejoras, e intentar obtener conclusiones que me ayuden a que la próxima vez que ocurra una situación similar, mi mente aplique las correcciones. Pero cuando el funcionamiento estándar interfiere con la capacidad de sentirse bien, y tu vida se convierte en una constante crítica a todo cuanto te rodea, sabes que algo no va como debería.

Si reflexiono sobre por qué mi mente tiene la obsesión de predecir todas las posibles amenazas, encuentro en mí una enorme inseguridad. Tal vez de pequeño no me sentía protegido. Tal vez de pequeño sufrí tanto que mi mente adoptó un estado de alerta constante. Y tal vez me sentía tan rechazado y fuera de los grupos que mi chimpancé se hizo a la idea de que no era apreciado, y que debía trabajar para ganarme el aprecio de los demás. Recuerdo que en mi adolescencia miraba con envidia a los chicos populares, y veía cómo estas personas recibían el apoyo de los demás y les reían las gracias. Desde fuera, sentía que esas personas debían de ser muy importantes y que debían de tener algo que les hacía especiales. Así que me esforcé por entender qué era lo que hacía a la gente reírse y favorecer a otras personas. Sentía que yo también necesitaba esas risas, ese apoyo y esa validación de mi grupo. Pero desde pequeño sentía que no tenía grupo. Me había obsesionado con el rechazo y la necesidad de sentirme apreciado y validado. Y en una adolescencia llena de carencias y obsesiones, con una mentalidad simplista y unos hábitos sociales terribles, mi mente cristalizó aprendiendo que había algo mal en mí. Además, de algún modo mi mente buscaba sentirse superior a los demás, probablemente como un torpe intento de demostrar al exterior que era valioso y que debían confiar en mí, darme crédito e integrarme en sus actividades.

El problema era que cuando intentaban integrarme, yo ignoraba por completo los sentimientos de los demás e intentaba imponer mis ideas y resaltar, llamar la atención para sentir ese subidón de dopamina que desde muy pequeño había estado recibiendo y que me hacía sentir eufórico. Era como un niño en una cabalgata, intentando coger los caramelos que soltaban los adultos en forma de halagos y admiración, y para ello debía pisar las cabezas de los demás y llegar más alto. Quería llamar la atención de los mayores para recibir sus alabanzas y sentir su orgullo por mí. Aquello era lo que mi cerebro identificaba como “importante”. Y, sin embargo, jamás encontré como “importante” que los compañeros también se sintieran alabados y admirados. No entendía que los demás niños necesitaban sentirse importantes también. El éxito de la competición me cegaba, y nadie reparó en que la venda de mis ojos estaba provocando que me desviase de la verdadera felicidad.

Veinte años después soy capaz de entender mis errores, pero ya es tarde para cambiar las consecuencias de mis acciones. El núcleo de mi mente se adaptó a ese estado de duda constante sobre mí mismo, aceptó que lo normal es que el mundo me rechace, que las personas muestren su disconformidad con mis acciones y que todo sea terrible. Y aunque la corteza que ahora predomina en mi mente de adulto entienda que ya no necesito predecir el futuro y que voy a estar a salvo pase lo que pase en la mayoría de situaciones, mi niño interior convive con la creencia de que el sufrimiento se encuentra a la vuelta de la esquina, de que no voy a poder apoyarme en los demás cuando necesite ayuda porque la gente no va a sentir lástima por mí.

Lo que siento en el fondo es miedo. Ahora lo veo más claro que nunca. Y el miedo sólo se puede vencer dando la cara. Al permitir que mi mente intente predecir el futuro y cambiar aquello que no le gusta, estoy cediendo al miedo y a la inseguridad que mi mente simplista lanza constantemente. Esto no va a cambiar nunca, y voy a seguir sintiendo ese miedo y esa inseguridad siempre. Pero lo que sí puedo cambiar es mi relación con ese miedo y esa inseguridad. Puedo abrazarlos y demostrarle a ese chimpancé que no hay nada que temer ni de lo que estar inseguro, para que al final mi respuesta automática al miedo y la inseguridad no sea huir y protegerme, sino abrirme a ellos y desafiar la lógica instintiva que mi cerebro aprendió de una situación que fue inevitable, pues no tenía las herramientas de las que dispongo ahora.

Soy una nueva persona conviviendo en un cuerpo antiguo, y los cambios profundos llevan tiempo. Por eso, a partir de ahora he decidido prestar atención a mi miedo y mi inseguridad, a mi necesidad de sentirme alabado y acreditado, de recibir mérito y reconocimiento, para empezar a dejarlos marchar y permitir que la realidad me afecte como tenga que afectarme, pues ya tengo la capacidad suficiente para defenderme de los peligros y para seguir proyectando mi camino personal en la dirección en la que yo deseo, a pesar de las dificultades.

La vida lleva implícita una gran dosis de conflicto inevitable. Llevo toda la vida intentando evitar el conflicto porque no me siento fuerte ni protegido, porque siento que voy a perder y que la pérdida es insufrible. Pero el auténtico poder no lo tiene aquél que afronta un conflicto sabiendo que va a ganar, sino quien lo afronta sabiendo que pase lo que pase, va a salir más fuerte. Al final todos morimos tarde o temprano, así que por muchos conflictos que ganemos en la vida, la última batalla está perdida de forma inevitable, y dejaremos este mundo igual que como llegamos a él, solo que con el karma un poquito más limpio.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Eternidad

No sé por qué, pero me gustan las cartas y las exposiciones explícitas de mis sentimientos.

Ayer hizo un mes desde que me besaste por primera vez después de 7 años. No te dije nada por teléfono porque ya me estoy poniendo pesado con lo de "hace un mes...", pero el motivo de que lo recuerde tanto es por lo importante que ha sido para mí nuestro reencuentro. Porque cuando creía que la vida no podía ir mejor, de pronto apareciste un 10 de agosto con un simple "Hola". Una palabra tan sencilla como excitante, y mi vida dejó de ser la misma. En cuestión de pocos días te volví a encontrar en mi corazón. Tal vez nunca te marchaste. Tal vez tu almohada seguía manteniendo la forma de tu cuerpo felino, esperando a tu regreso.

7 años de distancia no bastaron para barrer el cariño que nos tenemos. Hay hogueras que nunca se apagan del todo. Todavía sigo un poco atontado de aquel beso en el parque. De algún modo, algo dentro de mí cambió. Y un mes después siento que has sido un regalo divino, una compañera de aventuras y crecimiento que están por venir. Me siento increíblemente afortunado de contar con tu apoyo, tu cariño y tus ganas de compartir juntos tiempo, abrazos, risas y miradas (aunque todavía te cueste mirarme a los ojos).

Sé que somos más fuertes juntos, y que podemos aprender miles de cosas el uno del otro, enriquecernos de experiencias nuevas y descubrir caminos mágicos en nuestra vida. Cada día me siento un poco más cómodo e ilusionado, y eso me da seguridad de querer seguir esforzándome por aprender de mis errores y hacer nuestra hoguera un poco más brillante. Y es que hay veces que puede llegar a quemar, pero incluso en esos momentos sé que vamos a trabajar en equipo para equilibrarnos.

A ti, que has vuelto a mi vida como un rayo de cálida luz, y esta vez para siempre, te dedico estas palabras con las puertas de mi corazón abiertas de par en par. Porque me has demostrado que puedo confiar en ti para compartir todo lo que soy, todo lo que siento. Y creo que eso es el auténtico amor... La entrega absoluta y sincera a lo desconocido, que siempre nos da un poquito de miedo, pero si estamos acompañados de la persona adecuada, cualquier rastro de frío y oscuridad desaparece ante el calor y la luz del fuego que arde en nuestros corazones, y que hoy alimentamos con gestos de cariño, ternura y pasión.

Y así nos encontramos en un universo distinto, alejado de la vida que conocíamos, en un espacio donde sólo existimos tú y yo, desnudos hasta el alma, piel con piel, donde somos los creadores del infinito, donde los límites los marcan nuestra imaginación y nuestro deseo de hacer de cada segundo que compartimos una nueva obra de arte, que colgaremos en el museo de nuestros recuerdos para toda la eternidad.

martes, 10 de septiembre de 2019

Dos

A la luz tenue de las velas, sin barreras, piel con piel, corazón con corazón, fusionados en un abrazo infinito, encontramos en el silencio la paz que necesitábamos. Un intercambio de caricias, un suave beso en tu hombro, el aire de tu risa inevitable.

Abiertos, entregados, nos cuidamos entre sábanas de ternura y cariño. Con nuestros ojos cerrados, igual que nuestros brazos alrededor del otro, creamos un vórtice de energía purificadora que nos envuelve y revoluciona nuestros corazones. Desatados a la lujuria, contenidos por el placer, saboreamos cada segundo de nuestro encuentro y de desnudez, no solo del cuerpo, también del alma y la mente.

Navegamos en calma por la alegría y el entusiasmo, buceamos entre corales que nos rozan por dentro, junto a miles de pequeños peces de colores en nuestro pecho. Descansa tu cuerpo en mi cuerpo, al fin tranquilo y satisfecho, mientras nuestra ingenuidad e inocencia bromean entre los latidos silenciosos. Un suave gesto de tus labios en mi cuello me despiertan de mi catarsis, y al beso más dulce del mundo le sigue un escalofrío, y mi sonrisa más sincera. Un sentimiento de gratitud infinita me invade, y el deseo de traspasar tu piel y fundirme contigo se hace más evidente que nunca. Me visto de nuevo con tus caricias, y disfruto de cada milímetro que recorren tus manos. Vuelvo a preguntarme si será todo un sueño. Tu calor me responde, y vuelvo a sonreír de alegría.

jueves, 20 de junio de 2019

Why life?


This is a story about the cosmos, about a great burst of energy in which space and time are suddenly born. From that moment, matter arises from a single point, and starts to mix, interact, join, divide… In the middle of this chaos, certain order appears. Planets enter into an orbit, stars begin to burn in a smooth but violent way. The main interaction between matter is in the form of collisions, where energy is exchanged. Existing planets get destroyed, shattered. Other elements of space find in their meeting an opportunity to join, forming new planets or stars and leaving behind parts of the progenitors.

In this process of destruction and creation, in some planets chemicals are reacting in a million different reactions. Molecules split due to impact with other molecules or by their own instability. Other molecules merge to form new compounds. This is a beautiful dance of particles governed by a random and chaotic rulebook. But somehow, in some place, a miracle occurs when a fairly stable type of molecule gets into a liquid state. Not too packed to prevent other molecules to move. Not too loose to allows excessive freedom. It is just the perfect amount of density and a slightly polar property, which other molecules find optimal for a gentle exchange of information. Reactions are smooth and more ordered, and thus complex interactions start to take place, where patterns repeat so often that two special kinds of rules govern this landscape: positive feedback and negative feedback.

This is the story of two types of forces. This is the story of polarity and interrelation. This is the story of the Ying and the Yang.

This is the story of life: a perfect balance between molecules exchanging information in loops.

martes, 19 de marzo de 2019

Virtudes


Éxito. ¿Qué es el éxito? Podría decirse que es la consecuencia de un resultado para el cuál algún tipo de voluntad ha llevado a cabo acciones orientadas hacia la obtención de dicho resultado. No existe éxito sin voluntad o sin acciones. Y todos sabemos que los mayores éxitos son aquellos que más deseamos, por lo que el éxito y el deseo están estrechamente relacionados.

Existen muchos tipos de deseo, y el problema reside en que pueden convivir simultáneamente en la misma persona. Entonces empieza el riesgo de que los deseos empiecen a ser incompatibles. Por ejemplo, el deseo de adelgazar y el deseo de comerse una deliciosa pizza. Suele ocurrir que los deseos más “terrenales”, es decir, aquellos que colman nuestros sentidos físicos y donde el éxito es claramente relacionable con la recompensa corporal de bienestar, tienden a ganar las batallas en cuanto a la cantidad de recursos físicos que acaparan. Por regla general, cuanto antes obtengamos nuestra gratificación, mayor prioridad será otorgada a alcanzar dicho objetivo. Otra de las reglas generales de los deseos es que cuanto menor sea la energía que creamos que debemos invertir, mayor prioridad tendrá un deseo.

En conclusión, nuestros deseos cambian de prioridad según nuestra mente calcule cómo de grande será la recompensa, cuánto vamos a tardar en conseguirlo y qué cantidad de trabajo nos requiere. Por eso existen ciertas virtudes fundamentales que aumentan las probabilidades de éxito para un deseo:
  • Determinación – Define la capacidad de proyectar el resultado final como si ya hubiera ocurrido, permitiendo vivir la recompensa como si ya la estuviéramos disfrutando.
  • Paciencia – Permite reducir la sensación de distancia en el tiempo para conseguir un objetivo, además de ser una capacidad clave en otros aspectos, como la capacidad de ignorar ciertos estímulos (físicos o mentales).
  • Esfuerzo – Aumenta la cantidad de energía que ponemos en una tarea cuando encontramos alguna dificultad y sentimos lo contrario a “deseo”; apatía.

Estas virtudes están relacionadas entre sí, y se pueden combinar para dar lugar a otras virtudes secundarias. Existen muchos factores que hacen que todas nuestras virtudes se encuentren más o menos accesibles como herramientas de construcción del éxito. Pero existe una virtud principal que se encarga de gobernar a todas las demás:
  • Disciplina – Es la virtud máxima que permite que se minimice la influencia que estos factores externos tienen sobre cómo de disponibles están nuestras virtudes.

Si uno trabaja su disciplina en cualquier parte de su vida, el resto de partes también salen beneficiadas, pues la disciplina es como un músculo que se trabaja con diferentes ejercicios y que permite obtener sus beneficios en cualquier conflicto en el que identifiquemos que nuestros deseos se encuentren.

Trabajar la disciplina no es fácil, pues requiere de paciencia, esfuerzo y determinación. A cambio, obtendremos más paciencia, más esfuerzo y más determinación en el futuro. Por eso, si uno cultiva su disciplina a través de determinados hábitos, el resto de virtudes se ven potenciadas. Ejercicios como la meditación o el yoga mejoran las capacidades de autocontrol, paciencia, equilibrio y concentración. El ejercicio físico intenso donde uno pone a prueba sus límites mejoran la capacidad de esfuerzo y perseverancia. Para aumentar nuestra determinación es recomendable guardar algunos momentos del día para la contemplación y la actividad mental moderada, en entornos de baja estimulación, donde uno pueda reflexionar sobre sus metas y poner en orden su mundo interior. Dar un paseo o sentarse a mirar un paisaje son actividades muy saludables que permiten a la mente navegar con tranquilidad en la enorme maraña de pensamientos y deseos entremezclados.

Toda esta reflexión se basa en una idea de éxito concreta, donde es necesario ejercer algún tipo de control sobre el medio que nos rodea o sobre nuestra realidad interior. Sin embargo, existe una realidad más allá del éxito donde el universo nos regala momentos mágicos, sin necesidad de ejercer control alguno, y en los que simplemente somos capaces de disfrutar del presente sin miedos, sin juicios, sin arrepentimientos ni expectativas. Son estos pequeños momentos en los que uno se siente lleno de gratitud y bienestar los que el universo pone a nuestra disposición día tras día, segundo tras segundo. Pero si nuestra mente está demasiado centrada en ejercer el control sobre el universo para lograr el éxito de alcanzar un deseo, será incapaz de disfrutar de ellos.

Como conclusión final, existe una forma de placer terrenal que proviene de satisfacer nuestros deseos, y existen formas de cultivar virtudes que mejoran nuestra capacidad de éxito. También existe el placer espiritual de sentir gratitud por el momento presente tal y como es, sin intentar cambiarlo. Ninguna es mejor que la otra, simplemente son dos formas de placer que uno puede sentir. Y para ambas, existe un factor común, que son nuestras creencias sobre el mundo, sobre los conceptos que manejamos con nuestro lenguaje y sobre nuestra realidad interior. Si uno ofrece a las creencias la importancia justa, ni más ni menos, podrá navegar de forma óptima de placer en placer, de momento en momento.

No existe una vida perfecta donde todo sea placer y el sufrimiento sea nulo, pero uno puede aspirar a centrar su energía de forma práctica en cómo obtener ambos tipos de placer y dejar al margen las partes más desagradables de la existencia, y esto sólo ocurre con una mentalidad y unas creencias sobre el mundo equilibradas y adaptables a la naturaleza cambiante del universo.

Namaste

miércoles, 27 de febrero de 2019

Yo

Para un momento, respira. Escucha eso, el sonido del aire entrando en ti. Busca la sensación del frescor. ¿Lo sientes?

Ya se ha ido. Da igual cómo fuera la experiencia, porque ya no es. Pero... Para un momento, respira de nuevo. Escucha eso, el sonido de otro aire, entrando en otro cuerpo, otra vez en ti. Busca una nueva sensación de frescor. ¿Lo sientes?

También se ha ido. La recuerdas, la puedes describir con palabras, y serán parecidas para ambas experiencias. Cada una fue una distinta, pero las dos tenían cosas en común. Por eso las relacionas.

Del mismo modo que intentamos calificar y etiquetar las experiencias, nos calificamos y etiquetamos a nosotros mismos. Es un mecanismo automático y necesario para el orden y la organización que nos permite saber que yo soy yo, y tú eres tú. Nos comparamos, nos diferenciamos y nos juzgamos. Mejor, peor... Pero nuestra mente es simple, y necesita ideas sencillas. Así que nos equivocamos cada vez que juzgamos, cada vez que etiquetamos, cada vez que simplificamos. Cuanto más complejo es sobre lo que se intenta pensar, más nos equivocamos.

¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Cómo soy? No se puede responder a estas preguntas sin equivocarse. Por eso es más interesante cambiar la pregunta: ¿Quién hace estas preguntas? La respuesta parece evidente.

"Yo".

Un "yo" impermanente, cambiante, adaptable, inteligente, y para intentar comprender quién soy "yo", el "yo" intenta verse a si mismo, tocarse a sí mismo, escucharse a sí mismo, pensarse a sí mismo... sin darse cuenta de que esto es tan inútil como que un cuchillo intente cortarse a sí mismo.

"Yo" es una idea en nuestra mente que surge de la comparación de lo que "no soy yo". "Yo" es la experiencia de pensar, de sentir, en este preciso momento. "Yo" no existió ayer, era otro "Yo". "Yo" no va a existir mañana, será otro "Yo". "Yo" no está limitado a un espacio físico ni temporal, porque "Yo" sólo es la experiencia de intentar ordenar ideas, producto de las comparaciones, y de intentar capturar en una fotografía esa experiencia, para poder usarla más adelante y poder referirse al "Yo".

¿Por qué pensamos en "Yo" tanto? Por miedo. Por protección. Por desconfianza. Porque sabemos que la experiencia del dolor, del sufrimiento, es desagradable, e intentamos huir de ella. En ese intento de huir empezamos a disociar, lo primero, el dolor del "Yo". "Yo" siento dolor. Algo provoca dolor. No quiero dolor. Por lo tanto, "Yo" intento evitar el dolor, y para ello intento encontrar la causa del dolor. Pero esto ya es erróneo. "Yo" y el dolor no están divididos, igual que una llama no está separada de su luz.

No somos siempre los mismos. El dolor no es siempre el mismo. "Yo" experimento dolor porque "Yo" identifico la experiencia del dolor como algo separado del "Yo", como algo externo de lo que puedo huir. Cuando la realidad es que "Yo" soy el dolor cuando "Yo" experimento dolor. Y esa experiencia no será eterna. El dolor resonará en tu cuerpo, y activará otras experiencias. Experiencias de pensamientos, de recuerdos, de predicciones... "Yo" soy todo esto. Pura experiencia. Y "Yo" no he elegido ser estas experiencias.

"Yo" no elijo ser "Yo", porque elegir no es algo que dependa del "Yo". "Yo" no elijo ver, "Yo" no elijo oir, es algo que ocurre, simplemente. "Yo" no elijo hacerme la pregunta, ¿Quién soy "Yo"?. Pero la hago. Y ahora sé la respuesta.

Yo soy ahora.

Ahora no parece una buena respuesta para la pregunta "Quién". Porque ahora no es una persona. Y si pregunto "quién" soy yo, estoy esperando una respuesta que identifique una persona, una identidad, una cualidad o algo que me permita hacerme una idea de lo que es "Yo" y lo que es "no Yo". Y sin embargo, ahora es justo la respuesta que necesito para comprender dónde empieza el "Yo" y dónde termina. Porque la única propiedad que podemos decir de "Yo" es que no fue ayer, ni mañana, ni antes ni después. Esta es la trampa del tiempo.

El tiempo no es ni más ni menos que la idea de que existe una causa y un efecto, la causa de la experiencia y el efecto del recuerdo. La causa de un beso y el efecto del amor. La causa de una emoción y el efecto de un sentimiento.

"Yo" solo es el sujeto de un verbo, de una acción. Una acción que se divide en causante y efecto. "Yo" soy la causa de algunos efectos que "Yo" puedo observar. Como por ejemplo, "Yo" recuerdo algo. Se puede ver que "Yo" y el proceso de recordar están unidos. El sujeto y la acción se convierten en lo mismo. Y la acción se lleva a cabo en un momento concreto, ahora. Puedo hablar de una acción que se hizo ayer, pero hablar de ello no es lo mismo que el hecho de que ayer ocurriese. Pensar en que "ayer recordé algo" es una idea, pero en el momento en el que "Yo" recordé algo, en ese mismo momento, "Yo" era ahora. En este mismo momento, "Yo" soy ahora. Mañana, "Yo" seré ahora.

Entonces la única respuesta que es correcta es:

Yo soy ahora.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Tanha

¿Qué es el deseo? ¿Cuántos tipos de deseo existen? ¿Por qué sentimos insatisfacción y decepción? ¿Acaso todas las personas lo sienten por naturaleza?

En la gran vastedad de nuestra psique encontramos enrevesadas ideas y conceptos, en ocasiones obsoletos, antiguos y tóxicos. Tal vez una de las ideas más comunes y que más nos bloquean es la idea de que las cosas que hemos vivido se repetirán en el futuro. Como animales inteligentes, tenemos la capacidad de reconocer patrones y reproducirlos mentalmente; una herramienta de supervivencia tremendamente útil que nos ayudó a correr ante la visión de una criatura amenazadora, parecida a aquella que se comió a aquél compañero de caza durante la época en la que todavía vivíamos en cuevas y vestíamos con taparrabos.

Miles de años después seguimos reconociendo patrones y utilizando nuestra inteligencia para adelantarnos a los acontecimientos. Sin embargo, este comportamiento parece haberse vuelto patológico y descontrolado. El resultado; un hábito de ansiedad por predecir lo impredecible y estar prevenidos ante cualquier posible amenaza que nuestra mente se imagine. Por supuesto, no todo el mundo es igual de propenso a este comportamiento, pero se podría considerar una tendencia generalizada.

Es importante comprender la naturaleza impermanente e imprevisible de este caótico universo en el que vivimos, donde las únicas experiencias controladas que observamos son aquellas artificialmente creadas en un laboratorio (e incluso aquí, ni siquiera se controla el 100% de los factores). Si aceptamos que nuestras ideas tienen un margen de error con el que debemos lidiar, sólo nos quedaría tragar la posible sensación de inseguridad que nos deja la idea de vivir en un universo impredecible. Y si somos personas ambiciosas, con objetivos claros y metas bien definidas, debemos comprender que, al igual que un jardinero no puede CRECER una planta, nosotros no podemos OBTENER un resultado. Lo único que el jardinero puede hacer es abonar el terreno donde plantó la semilla, y regarla TODOS los días, pero sólo la cantidad suficiente. De la misma forma, si uno dispone de una semilla (una idea) buena, deberá echarle al suelo un abono de calidad (el entorno adecuado) y regarla (ejercitar y trabajar en la idea) a diario. Sólo queda esperar a que, si el Universo lo considera adecuado, la planta crezca. Y si no nos gusta la planta que ha crecido, siempre hay tiempo de plantar otra, e incluso varias a la vez, pues un jardín con una única planta parece un poco solitario. En la diversidad y el equilibrio está la virtud.

lunes, 21 de enero de 2019

Apuestas

"Mamá, quiero el osito...", dice el niño pequeño. Así que Mónica compra un billete de lotería de aquella caseta de la feria, mientras los ojos de su hijo están llenos de ilusión. Su mente ya sueña con abrazar al peluche. Casi puede tocarlo, su suave pelaje, y esa sonrisa encima de un lazo púrpura que invita a la serenidad y el descanso.

Con el corazón latiendo de emoción, el niño mira a su madre. Ella le sonríe, contenta por ver a su pequeño con tanta ilusión. Son unos minutos excitantes donde la simple visión de un futuro agradable provoca la genuina felicidad de un deseo a punto de cumplirse. Y cuando llega el momento del sorteo el tiempo parece detenerse. El feriante hace girar la cesta de las bolitas, y finalmente sale un número... "El 22".

"¿Nos ha tocado, mami?", pregunta el pequeño con ansiedad, "¿Nos darán el osito?". Y Mónica sonríe como puede, diciendo "Esta vez no, puede que otro día. ¿Vamos a tomar un helado?". Y el niño, triste y desilusionado, vuelve a soñar con otra imagen de un futuro agradable, y deja marchar la imagen del osito.

A cada momento de nuestra vida todos tenemos un deseo, una necesidad, un impulso, y al igual que en un sorteo de feria, sabemos que nadie nos garantiza que vayamos a saciar esas sensaciones. Es importante saber aceptar cuándo el sorteo ha terminado, y aceptar que no siempre podremos encontrar la satisfacción. Pero la vida continúa, y si uno se queda estancado pensando en lo que no hemos conseguido, pierde el tiempo que podría estar utilizando para participar en otros sorteos.

La vida no retrocede, el tiempo no se para, nada es eterno y no hay problema que no tenga solución. Pues al final todos tenemos los días contados en este mágico viaje que llamamos "vida".

Y como bien dice Alan Watts, "El viaje no consiste en reducir la distancia entre dos puntos, sino en disfrutar del camino que los separa".


sábado, 1 de diciembre de 2018

Elecciones

Una decisión no es tal a menos que exista la posibilidad de cambiar el rumbo del destino. Yo no decido que mi corazón lata, y nada en mi consciencia podría intervenir en el hecho de que vaya a latir al terminar esta frase.

A menudo somos conscientes de percepciones e ideas que nos hacen imaginar que podemos hacer algo para cambiar un futuro imaginado; un futuro proyectado a partir de una operación mental llamada imaginación. En ocasiones nuestra mente nos hace creer que hemos tomado una decisión. ¿Fresa o vainilla? ¿En metro o andando? Sopesamos decisiones banales con la mayor de las tranquilidades. Y como no estamos apegados a ninguno de los resultados que nuestra mente proyecta, la decisión es sencilla, y real.

Otras veces tenemos miedo de equivocarnos, y tomamos decisiones tras una profunda deliberación, sopesando los pros y los contras. Y si sale mal, culpamos a nuestros cálculos o a algún factor que no tuvimos en cuenta. "Si todo hubiera ido como yo lo planeé...". Planeaste, luego no decidiste. Sólo fuiste víctima de una cruel ilusión que todos los seres humanos sufrimos, que es la creencia de que podemos elegir nuestro destino cuando utilizamos nuestra inteligencia y nuestra capacidad de previsión. Porque cuando uno sabe lo que quiere, y sabe cómo conseguirlo, no hay decisión que valga. Va a ir a por ello, y nada podría haber ocurrido de otra forma, igual que la manzana de Newton iba a caer en su cabeza desde el momento en el que algo hizo que se descolgase del árbol.

Pero entonces, ¿por qué las decisiones triviales pueden cambiar el destino y las elecciones conscientes y premeditadas no? Esencialmente porque están equilibradas. No existe ninguna fuerza mayor intentando arrastrar a tu consciencia a que elijas ese futuro, o que huyas de otro. Tu mente simplemente reposa a merced de la energía del universo, que la guía a través del campo imperceptible en el que todos nadamos. Cuando uno se deja mecer por este campo encuentra la harmonía y la paz que logran calmar y sanar los peores dolores del alma.

"Menuda tontería", dirán algunos, "pues yo soy dueño y controlador de muchas decisiones deliberadas. Por ejemplo, perfectamente podría ahora mismo decidir dejar de leer estas tonterías. Pero en su lugar he decidido seguir leyendo. Eso ha sido decisión mía y de nadie más". Querido lector, no ha captado usted mi punto si ha llegado a esa conclusión. Está usted bajo el control de una mente inconsciente que le lanza constantemente imágenes, recuerdos, ideas y que incluso mueve su cuerpo de forma ajena a su propia voluntad. ¿Cómo se explica, si no, que en el transcurso de estos últimos dos minutos usted haya seguido respirando, su sangre haya seguido fluyendo y sus ojos hayan seguido moviéndose por las líneas? Esa mente inconsciente tiene voluntad, mucha más que usted. Y en esa mente inconsciente no existe una persona, sino miles. Millones. BILLONES. Tantas como neuronas posee. Cada neurona actúa como un único decisor guiado por señales químicas. Cada una carece de voluntad, pues sólo siguen las leyes de la química. Pero en conjunto, crean una red en la cual se almacenan recuerdos, se crean ideas y se mezclan complejos pensamientos y reflexiones de las que ni usted ni yo somos conscientes.

Y aquí está la magia, porque cuando nuestra mente está en calma, equilibrada, significa que estos BILLONES de personalidades se mueven a una frecuencia eléctrica armonizada, permitiendo que las ideas fluyan de un lado de la red a otro con coherencia. Ninguna controla nada. Simplemente se dejan llevar. No existen ataduras a ningún futuro, ni se centran en repetir o huir de ningún pasado. Y entonces es cuando surge la oportunidad de tomar una decisión, desde la libertad otorgada por el equilibrio de una mente en calma, llena de gratitud y aceptación del presente, tal y cómo es, y no como nos lo imaginamos.

No digo que sea fácil, ni que debamos vivir siempre en ese estado de calma. Pero es importante trabajar la capacidad de dejar que nuestra mente y nuestras ideas y emociones fluyan con libertad dentro de nosotros.

Porque sólo aquella mente que está realmente libre es capaz de decidir.

lunes, 15 de enero de 2018

Transición

Siento las descargas en mi espalda, en todo mi cuerpo; convulsiones espontáneas fruto de una brutal pelea entre dos partes de mi cuerpo. Sigo atascado en el pasado, pero como un brote rebelde surge una nueva identidad, vestida en promesas que me llenan de esperanza e ilusión. Siento un cambio inmenso tomando partido, limpiando el desastre de años de desazón en forma de amargos recuerdos y pensamientos pesimistas.

Miro a mi alrededor, y cuanto más miro, más extraño me parece el mundo. De algún modo percibo una armonía perfecta en todo cuanto me rodea, incluso en la desgracia de un hombre que se muere de hambre o en la euforia de quien encuentra su cartera extraviada. Pero en todo este teatro sigo buscando mi lugar. Demasiado joven para disfrutar de la grandeza de la vida, demasiado viejo para vivir con la dulce inocencia de un niño. Demasiado cobarde para afrontar mis miedos, demasiado valiente como para seguir los caminos establecidos. Busco algo que no existe, sabiendo que sólo cuando deje de buscarlo ello aparecerá.

Años de vida estudiando como controlar la materia para al final entender que lo que busco es incontrolable y caótico, como la vida misma. Lustros perdidos intentando moldear el mundo que me rodea a mi antojo, en lugar de aceptar mi torpeza e imperfección inevitables. Sólo ahora entiendo el verdadero significado de la libertad y el auténtico poder; no consiste en controlar lo que ocurre fuera, sino lo que ocurre dentro.

Es dificil medir algo sin tener una referencia con la que compararlo. Si nos intentamos medir a nosotros mismos, entendemos que nuestro único punto de comparación es el recuerdo subjetivo de quiénes éramos en el pasado. Entonces entramos en un terreno pantanoso donde cada paso es susceptible de hacernos caer y pringarnos hasta la coronilla. Y tras varias caidas al final desistimos y nos limitamos a aceptar el mundo tal y como es, sin críticas, sin juicios y sin comparaciones.

Y cuando uno se desprende de sus prejuicios y de su necesidad de control, encuentra la auténtica libertad, aquella que nace de la propia energía vital y las ganas de vivir. Podemos elegir cómo vemos nuestro entorno y todo lo que sucede a nuestro alrededor. Podemos dejar de oponernos a lo que ha pasado o a lo que va a pasar, y en su lugar hacer algo productivo con ello. La justicia es un concepto venenoso que en la mayoría de los casos nos hace sentir que estamos en el lado malo de la balanza. Pero si todo el mundo piensa así, ¿quién está en el lado bueno?

La respuesta es que no hay lado malo ni bueno, no hay balanza siquiera. Es todo el producto de nuestra propia perspectiva con la que miramos nuestra propia vida. Pensamos que merecemos más, que el universo nos debe algo, como si tuvieramos en nuestro poder un cheque que algún día canjearemos. Pero ese día nunca va a llegar, porque no existe banco alguno que nos atienda. Estamos nosotros solos contra el universo, y si realmente lo consideramos nuestro enemigo, creo que lo más sensato es unirse a él si no podemos derrotarlo.

Acepta los planes del universo como si fueran tuyos. Cámbiate al otro lado de la balanza, sólo tienes que caminar hacia él. Pero nadie te asegura que vaya a ser fácil, sobre todo cuando billones de personas están en una situación parecida a la tuya.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Carta

Buenos días, lo primero, he hecho lo que me pediste, estuve varios días sin hablar con ella, hasta que se le pasó, como tú dijiste.

Segundo, hablamos de que iba a ser como su hermano y que no iba a dar pie a nada más, y así lo he hecho. No he querido involucrarme con tu hija en ningún aspecto más de lo que se involucraria un compañero de su clase, he sido respetuoso y he establecido los límites que hablamos.

Tercero, si quieres tomar medidas puedes hacerlo, no he hecho nada ilegal ni he amenazado a nadie ni he puesto en peligro la integridad física o psicológica de nadie.

Cuarto, yo he estado abierto al diálogo desde el principio, he sido sincero, no te he ocultado nada ni te he mentido. Si lo que querías era que no hablase más con tu hija habérmelo dicho desde un principio. Te lo ofrecí y me dijiste sólo que "unos días" pero si esta vez me pides que no hable con ella nunca más, así lo haré, no te preocupes.

Y por último, y esta es la parte que no te va a gustar, creo que cometes un error al juzgarme por mi edad y no por mi personalidad. Sinceramente, pienso que soy una influencia muy positiva para nerea y ella me ha ayudado a resolver ciertos problemas emocionales, aunque no te lo creas. Cada uno tiene sus circunstancias y si nerea te ha mentido, Yolanda, es porque no confía en ti. Yo tampoco confiaría en mi madre si fuera tan poco comprensiva como estás demostrando ser. Intentas protegerla de algo que ni siquiera tienes pruebas de que exista, creo que te piensas que soy algún tipo de depravado sexual que lo único que busca es confundir a adolescentes vulnerables y sacar beneficio de ello, cuando la realidad es justamente lo contrario, he intentado desde el primer minuto ayudar a tu hija con sus problemas porque me importa su integridad emocional. Creo que si alguien debería dejar de hablar con ella eres tú, parece que lo que quieres es que te odie y te siga ocultando cosas toda su vida, te tiene miedo, y a mi no. ¿Sabes por qué? Porque mientras tú te preocupas de unos peligros que sólo están en tu cabeza, que ni siquiera son reales, yo me preocupo de lo que ella siente e intento ponerme en su lugar. No puedes proteger a tu hija de todos los peligros del mundo, Yolanda, tienes que aceptar que para crecer y desarrollarse tiene que exponerse a los peligros del mundo y como te explique en su día, si ella no aprende a reconocer el peligro por sí sola la estás poniendo en un riesgo mayor.

Me entristece que tú como su madre le prestes más atención a tu propio miedo que a su felicidad, porque aunque te moleste oirlo, desde que ella empezó a hablar conmigo es más feliz, y desde que la conozco me ha demostrado el miedo que te tiene porque no confía en ti. Me parece bien que quieras protegerla, pero te aseguro que no lo estás consiguiendo. Un día saldrá de casa a escondidas y hará todas esas cosas que hacen los chavales de su edad, y no te lo contará porque sabe que tú no la entenderías y la castigarias. Creo que demuestras muy poca empatia con tu hija y eso está deteriorando vuestra relación.

Y ya te dicho todo lo que tenía que decir. No te preocupes que no volveré a hablar con tu hija, y aunque ocurriese no creo que ella te dejase saberlo. Me fastidia que hayas adoptado una postura tan agresiva y radical, nadie sale beneficiado de esta situación, ya lo verás. Yo tengo mi vida, mis amigos y mi trabajo, no necesito hablar con una adolescente. Pero para ti nerea es el centro de tu vida y necesitas tener una buena relación con ella. Si quieres que eso ocurra te recomiendo que empieces a ser menos egoísta y que pongas en tu lista de prioridades sus sentimientos antes que los tuyos, eso es lo que haría una buena madre.

Buena suerte con tu relación con tu hija, espero que mis palabras te hagan reflexionar sobre tus errores.

Hasta nunca.

viernes, 6 de octubre de 2017

Hogar


Tu hogar no es sólo la residencia donde duermes.
Tu hogar es cualquier lugar, persona o sensación que te hace sentir que todo funciona como debería, y donde puedes descansar de las tormentas que te azotan en tus viajes.
Tu hogar son las emociones que te provoca una canción, una foto o un pensamiento.
Tu hogar no es siempre el mismo, y es mágico cómo el universo nos sorprende cada día ofreciéndonos nuevos hogares.

Mi casa ha sido siempre un lugar cálido y acogedor, pero nunca he sentido que sea del todo mi hogar. Mi hogar son mis amigos, mi Spotify, las partiditas en la tostadería, las conversaciones en el coche con Ernesto, el pádel con Juaco, mis discusiones con Guillermo, los abrazos de Sisi, los "hohoooo!" de Puyito, y recientemente las cervecitas con Mike. Fuera de Madrid mi hogar es la risa de Silvia, los viajes con Leti y Pedro, las buenas comidas con Tommy, las noches locas con Ana y Kras.

Y recientemente, en otra realidad, ha aparecido de la nada un nuevo hogar, más puro y acogedor que nunca, pero demasiado peligroso para permanecer mucho tiempo dentro. Ni yo mismo comprendo por qué me siento como me siento, pero podría estar horas hablando de nada contigo, y aunque no nos veamos, una sola palabra tuya hace que te sienta a un centímetro de mi corazón. El universo tiene un plan para todos, algo que nosotros no comprendemos ni comprenderemos jamás, pero nadie escapa de él por mucho que lo intente.

Gracias a todos por darme un hogar donde descansar. Os quiero.

jueves, 5 de octubre de 2017

Confía en mí


No hay mucho que decir. Cuando el vacío que sientes deja a la vista tu verdadera miseria, cuando una parte de tu alma se marcha, y lo único que puedes hacer es rezar cada noche para que vuelva, entonces entiendes que sin amor no hay felicidad.

Donde antes había mariposas ahora la niebla oculta su presencia, y busco entre los restos de las cenizas aquél calor que me hacía sentir como en casa. Todo es gris. Escucho los gritos de miedo a lo lejos, los llantos entrecortados, y me pregunto de dónde viene ese sonido. Luego me doy cuenta de que es mi propio corazón pidiendo ayuda desesperadamente. Y duele...

Vuelve pronto, por favor. Te echo de menos.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Magia


Cuando dejas de pensar en lo que pasará luego, cuando dejas de recordar tu pasado, cuando aceptas el mundo que te rodea tal y como es, entonces estás vivo de verdad.

Sabes que estás donde tienes que estar, con quien tienes que estar, y tu instinto te lleva de la mano en un paseo mágico por las maravillas de la vida. Y suele pasar que cuando estamos con esa persona especial que hace que nos sintamos inmortales, que es capaz de transportarnos al cielo con sólo una sonrisa, la vida parece tener todo el sentido del mundo.

Hay personas que llegan a nuestras vidas como un espectáculo de fuegos artificiales, llenando nuestra mirada de colores y formas hechizantes, y durante el poco tiempo que duran nos hacen sentir una felicidad difícil de explicar con palabras. Pero al final el espectáculo se termina, y sólo nos queda el bonito recuerdo de lo que ocurrió. Y nuestra mente nos engaña, deseando volver al pasado, a ese momento donde nos sentíamos a salvo de todos los males y donde nuestro cuerpo se estremecía en una sinfonía de sensaciones maravillosas. Pero ese deseo nos bloquea, nos impide seguir con nuestra vida.

Si algo he aprendido que merezca la pena compartir es que todo sigue, y en el futuro siempre llegan más sorpresas que no pueden compararse con las anteriores. Ni mejores ni peores, simplemente diferentes. Y los ojos que ven los nuevos cohetes también son diferentes. Todo cambia. Sin embargo existe algo común a todas esas situaciones...

Las personas queremos emocionarnos, queremos sentirnos queridos, a salvo, y sentir el éxtasis de la vida en nuestra piel. Eso no cambiará nunca, aunque sí nuestra forma de ver el mundo.

Me siento afortunado de haber podido ser testigo de algo tan maravilloso en mi vida, pero sería un error querer volver al pasado. Es necesario dejar marchar aquello que nos impide avanzar y crecer. Por eso quiero seguir caminando, dejando que la vida me sorprenda con sus maravillas. Y es que cuando mi cabeza reposa en mi almohada consigo conciliar el sueño al pensar que, pase lo que pase, al final todo sale bien.

De una manera, o de otra.

martes, 3 de octubre de 2017

Inmutable

Las cosas son como son. Pero queremos que sean como deberían ser. Da igual lo que nos diga la razón, lo único que queremos es que todo sea coherente con lo que pensamos. Y al final lo único que buscamos es calmar esa ansiedad que nos corroe por dentro, que no nos deja respirar, una ansiedad que no es más ni menos que el producto de nuestra imaginación al darnos cuenta de que las cosas NO son como CREEMOS que deberían ser. Y así pasamos la vida, perdiendo oportunidades, cometiendo errores que ya repetimos en el pasado y todo por miedo a arriesgarnos a salir de cómo pensamos que el mundo debería ser o como creemos que estaremos más a salvo. Pero si pasamos la vida protegiéndonos y no dejamos que el universo nos sorprenda con su magia, jamás alcanzaremos la verdadera felicidad del alma...



Pero llega la noche, y duermo tranquilo, porque de alguna forma mi mente sabe que, a pesar de todo, al final estaré bien.

De una manera, o de otra.

lunes, 2 de octubre de 2017

Encarcelada

Hoy se dio cuenta de lo saladas que eran sus propias lágrimas. Cabizbaja, incomprendida, demasiado cansada para estar despierta, demasiado angustiada para estar dormida. Su dolor hacía eco en las paredes de la habitación, mientras sus pensamientos saltaban de charco en charco, salpicando tristeza por toda su alma. Quisiera poder estar ahí para abrazarla y acariciar su pelo, darle un beso en la frente y susurrarle al oído que todo está bien. Pero su carcelero no le permite recibir visitas.

Miro al cielo y suspiro. "¿Cuál es tu plan?", le pregunto en voz baja. Me pregunto qué clase de Dios caprichoso concede su bendición a dos almas gemelas para luego castigarles como un niño al quemar a las indefensas hormigas con una lupa y un rayo de sol. Me siento como un barco de vela que navega entre islas llenas de maravillas y tesoros, pero que de pronto desaparecen entre una espesa niebla, y mi barco amenaza con hundirse a merced de una salvaje tormenta. Intento achicar el agua que se cuela por los agujeros, pero ya es muy tarde, y mi única opción es echar a nadar a ciegas, esperando que la próxima isla que me encuentre se apiade de mi ser.

La vida es una gran broma contada por un bufón que nos regala chucherías, unas muy picantes, otras muy dulces, y otras tan amargas que desearías arrancarte la lengua. El mundo necesita más amor y menos prejuicios, más libertad y menos control, más confianza y menos miedo.

Pero al final del día descanso pensando que todo va a salir bien.

De una manera, o de otra.