sábado, 21 de septiembre de 2019

Eternidad

No sé por qué, pero me gustan las cartas y las exposiciones explícitas de mis sentimientos.

Ayer hizo un mes desde que me besaste por primera vez después de 7 años. No te dije nada por teléfono porque ya me estoy poniendo pesado con lo de "hace un mes...", pero el motivo de que lo recuerde tanto es por lo importante que ha sido para mí nuestro reencuentro. Porque cuando creía que la vida no podía ir mejor, de pronto apareciste un 10 de agosto con un simple "Hola". Una palabra tan sencilla como excitante, y mi vida dejó de ser la misma. En cuestión de pocos días te volví a encontrar en mi corazón. Tal vez nunca te marchaste. Tal vez tu almohada seguía manteniendo la forma de tu cuerpo felino, esperando a tu regreso.

7 años de distancia no bastaron para barrer el cariño que nos tenemos. Hay hogueras que nunca se apagan del todo. Todavía sigo un poco atontado de aquel beso en el parque. De algún modo, algo dentro de mí cambió. Y un mes después siento que has sido un regalo divino, una compañera de aventuras y crecimiento que están por venir. Me siento increíblemente afortunado de contar con tu apoyo, tu cariño y tus ganas de compartir juntos tiempo, abrazos, risas y miradas (aunque todavía te cueste mirarme a los ojos).

Sé que somos más fuertes juntos, y que podemos aprender miles de cosas el uno del otro, enriquecernos de experiencias nuevas y descubrir caminos mágicos en nuestra vida. Cada día me siento un poco más cómodo e ilusionado, y eso me da seguridad de querer seguir esforzándome por aprender de mis errores y hacer nuestra hoguera un poco más brillante. Y es que hay veces que puede llegar a quemar, pero incluso en esos momentos sé que vamos a trabajar en equipo para equilibrarnos.

A ti, que has vuelto a mi vida como un rayo de cálida luz, y esta vez para siempre, te dedico estas palabras con las puertas de mi corazón abiertas de par en par. Porque me has demostrado que puedo confiar en ti para compartir todo lo que soy, todo lo que siento. Y creo que eso es el auténtico amor... La entrega absoluta y sincera a lo desconocido, que siempre nos da un poquito de miedo, pero si estamos acompañados de la persona adecuada, cualquier rastro de frío y oscuridad desaparece ante el calor y la luz del fuego que arde en nuestros corazones, y que hoy alimentamos con gestos de cariño, ternura y pasión.

Y así nos encontramos en un universo distinto, alejado de la vida que conocíamos, en un espacio donde sólo existimos tú y yo, desnudos hasta el alma, piel con piel, donde somos los creadores del infinito, donde los límites los marcan nuestra imaginación y nuestro deseo de hacer de cada segundo que compartimos una nueva obra de arte, que colgaremos en el museo de nuestros recuerdos para toda la eternidad.

martes, 10 de septiembre de 2019

Dos

A la luz tenue de las velas, sin barreras, piel con piel, corazón con corazón, fusionados en un abrazo infinito, encontramos en el silencio la paz que necesitábamos. Un intercambio de caricias, un suave beso en tu hombro, el aire de tu risa inevitable.

Abiertos, entregados, nos cuidamos entre sábanas de ternura y cariño. Con nuestros ojos cerrados, igual que nuestros brazos alrededor del otro, creamos un vórtice de energía purificadora que nos envuelve y revoluciona nuestros corazones. Desatados a la lujuria, contenidos por el placer, saboreamos cada segundo de nuestro encuentro y de desnudez, no solo del cuerpo, también del alma y la mente.

Navegamos en calma por la alegría y el entusiasmo, buceamos entre corales que nos rozan por dentro, junto a miles de pequeños peces de colores en nuestro pecho. Descansa tu cuerpo en mi cuerpo, al fin tranquilo y satisfecho, mientras nuestra ingenuidad e inocencia bromean entre los latidos silenciosos. Un suave gesto de tus labios en mi cuello me despiertan de mi catarsis, y al beso más dulce del mundo le sigue un escalofrío, y mi sonrisa más sincera. Un sentimiento de gratitud infinita me invade, y el deseo de traspasar tu piel y fundirme contigo se hace más evidente que nunca. Me visto de nuevo con tus caricias, y disfruto de cada milímetro que recorren tus manos. Vuelvo a preguntarme si será todo un sueño. Tu calor me responde, y vuelvo a sonreír de alegría.

jueves, 20 de junio de 2019

Why life?


This is a story about the cosmos, about a great burst of energy in which space and time are suddenly born. From that moment, matter arises from a single point, and starts to mix, interact, join, divide… In the middle of this chaos, certain order appears. Planets enter into an orbit, stars begin to burn in a smooth but violent way. The main interaction between matter is in the form of collisions, where energy is exchanged. Existing planets get destroyed, shattered. Other elements of space find in their meeting an opportunity to join, forming new planets or stars and leaving behind parts of the progenitors.

In this process of destruction and creation, in some planets chemicals are reacting in a million different reactions. Molecules split due to impact with other molecules or by their own instability. Other molecules merge to form new compounds. This is a beautiful dance of particles governed by a random and chaotic rulebook. But somehow, in some place, a miracle occurs when a fairly stable type of molecule gets into a liquid state. Not too packed to prevent other molecules to move. Not too loose to allows excessive freedom. It is just the perfect amount of density and a slightly polar property, which other molecules find optimal for a gentle exchange of information. Reactions are smooth and more ordered, and thus complex interactions start to take place, where patterns repeat so often that two special kinds of rules govern this landscape: positive feedback and negative feedback.

This is the story of two types of forces. This is the story of polarity and interrelation. This is the story of the Ying and the Yang.

This is the story of life: a perfect balance between molecules exchanging information in loops.

martes, 19 de marzo de 2019

Virtudes


Éxito. ¿Qué es el éxito? Podría decirse que es la consecuencia de un resultado para el cuál algún tipo de voluntad ha llevado a cabo acciones orientadas hacia la obtención de dicho resultado. No existe éxito sin voluntad o sin acciones. Y todos sabemos que los mayores éxitos son aquellos que más deseamos, por lo que el éxito y el deseo están estrechamente relacionados.

Existen muchos tipos de deseo, y el problema reside en que pueden convivir simultáneamente en la misma persona. Entonces empieza el riesgo de que los deseos empiecen a ser incompatibles. Por ejemplo, el deseo de adelgazar y el deseo de comerse una deliciosa pizza. Suele ocurrir que los deseos más “terrenales”, es decir, aquellos que colman nuestros sentidos físicos y donde el éxito es claramente relacionable con la recompensa corporal de bienestar, tienden a ganar las batallas en cuanto a la cantidad de recursos físicos que acaparan. Por regla general, cuanto antes obtengamos nuestra gratificación, mayor prioridad será otorgada a alcanzar dicho objetivo. Otra de las reglas generales de los deseos es que cuanto menor sea la energía que creamos que debemos invertir, mayor prioridad tendrá un deseo.

En conclusión, nuestros deseos cambian de prioridad según nuestra mente calcule cómo de grande será la recompensa, cuánto vamos a tardar en conseguirlo y qué cantidad de trabajo nos requiere. Por eso existen ciertas virtudes fundamentales que aumentan las probabilidades de éxito para un deseo:
  • Determinación – Define la capacidad de proyectar el resultado final como si ya hubiera ocurrido, permitiendo vivir la recompensa como si ya la estuviéramos disfrutando.
  • Paciencia – Permite reducir la sensación de distancia en el tiempo para conseguir un objetivo, además de ser una capacidad clave en otros aspectos, como la capacidad de ignorar ciertos estímulos (físicos o mentales).
  • Esfuerzo – Aumenta la cantidad de energía que ponemos en una tarea cuando encontramos alguna dificultad y sentimos lo contrario a “deseo”; apatía.

Estas virtudes están relacionadas entre sí, y se pueden combinar para dar lugar a otras virtudes secundarias. Existen muchos factores que hacen que todas nuestras virtudes se encuentren más o menos accesibles como herramientas de construcción del éxito. Pero existe una virtud principal que se encarga de gobernar a todas las demás:
  • Disciplina – Es la virtud máxima que permite que se minimice la influencia que estos factores externos tienen sobre cómo de disponibles están nuestras virtudes.

Si uno trabaja su disciplina en cualquier parte de su vida, el resto de partes también salen beneficiadas, pues la disciplina es como un músculo que se trabaja con diferentes ejercicios y que permite obtener sus beneficios en cualquier conflicto en el que identifiquemos que nuestros deseos se encuentren.

Trabajar la disciplina no es fácil, pues requiere de paciencia, esfuerzo y determinación. A cambio, obtendremos más paciencia, más esfuerzo y más determinación en el futuro. Por eso, si uno cultiva su disciplina a través de determinados hábitos, el resto de virtudes se ven potenciadas. Ejercicios como la meditación o el yoga mejoran las capacidades de autocontrol, paciencia, equilibrio y concentración. El ejercicio físico intenso donde uno pone a prueba sus límites mejoran la capacidad de esfuerzo y perseverancia. Para aumentar nuestra determinación es recomendable guardar algunos momentos del día para la contemplación y la actividad mental moderada, en entornos de baja estimulación, donde uno pueda reflexionar sobre sus metas y poner en orden su mundo interior. Dar un paseo o sentarse a mirar un paisaje son actividades muy saludables que permiten a la mente navegar con tranquilidad en la enorme maraña de pensamientos y deseos entremezclados.

Toda esta reflexión se basa en una idea de éxito concreta, donde es necesario ejercer algún tipo de control sobre el medio que nos rodea o sobre nuestra realidad interior. Sin embargo, existe una realidad más allá del éxito donde el universo nos regala momentos mágicos, sin necesidad de ejercer control alguno, y en los que simplemente somos capaces de disfrutar del presente sin miedos, sin juicios, sin arrepentimientos ni expectativas. Son estos pequeños momentos en los que uno se siente lleno de gratitud y bienestar los que el universo pone a nuestra disposición día tras día, segundo tras segundo. Pero si nuestra mente está demasiado centrada en ejercer el control sobre el universo para lograr el éxito de alcanzar un deseo, será incapaz de disfrutar de ellos.

Como conclusión final, existe una forma de placer terrenal que proviene de satisfacer nuestros deseos, y existen formas de cultivar virtudes que mejoran nuestra capacidad de éxito. También existe el placer espiritual de sentir gratitud por el momento presente tal y como es, sin intentar cambiarlo. Ninguna es mejor que la otra, simplemente son dos formas de placer que uno puede sentir. Y para ambas, existe un factor común, que son nuestras creencias sobre el mundo, sobre los conceptos que manejamos con nuestro lenguaje y sobre nuestra realidad interior. Si uno ofrece a las creencias la importancia justa, ni más ni menos, podrá navegar de forma óptima de placer en placer, de momento en momento.

No existe una vida perfecta donde todo sea placer y el sufrimiento sea nulo, pero uno puede aspirar a centrar su energía de forma práctica en cómo obtener ambos tipos de placer y dejar al margen las partes más desagradables de la existencia, y esto sólo ocurre con una mentalidad y unas creencias sobre el mundo equilibradas y adaptables a la naturaleza cambiante del universo.

Namaste

miércoles, 27 de febrero de 2019

Yo

Para un momento, respira. Escucha eso, el sonido del aire entrando en ti. Busca la sensación del frescor. ¿Lo sientes?

Ya se ha ido. Da igual cómo fuera la experiencia, porque ya no es. Pero... Para un momento, respira de nuevo. Escucha eso, el sonido de otro aire, entrando en otro cuerpo, otra vez en ti. Busca una nueva sensación de frescor. ¿Lo sientes?

También se ha ido. La recuerdas, la puedes describir con palabras, y serán parecidas para ambas experiencias. Cada una fue una distinta, pero las dos tenían cosas en común. Por eso las relacionas.

Del mismo modo que intentamos calificar y etiquetar las experiencias, nos calificamos y etiquetamos a nosotros mismos. Es un mecanismo automático y necesario para el orden y la organización que nos permite saber que yo soy yo, y tú eres tú. Nos comparamos, nos diferenciamos y nos juzgamos. Mejor, peor... Pero nuestra mente es simple, y necesita ideas sencillas. Así que nos equivocamos cada vez que juzgamos, cada vez que etiquetamos, cada vez que simplificamos. Cuanto más complejo es sobre lo que se intenta pensar, más nos equivocamos.

¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Cómo soy? No se puede responder a estas preguntas sin equivocarse. Por eso es más interesante cambiar la pregunta: ¿Quién hace estas preguntas? La respuesta parece evidente.

"Yo".

Un "yo" impermanente, cambiante, adaptable, inteligente, y para intentar comprender quién soy "yo", el "yo" intenta verse a si mismo, tocarse a sí mismo, escucharse a sí mismo, pensarse a sí mismo... sin darse cuenta de que esto es tan inútil como que un cuchillo intente cortarse a sí mismo.

"Yo" es una idea en nuestra mente que surge de la comparación de lo que "no soy yo". "Yo" es la experiencia de pensar, de sentir, en este preciso momento. "Yo" no existió ayer, era otro "Yo". "Yo" no va a existir mañana, será otro "Yo". "Yo" no está limitado a un espacio físico ni temporal, porque "Yo" sólo es la experiencia de intentar ordenar ideas, producto de las comparaciones, y de intentar capturar en una fotografía esa experiencia, para poder usarla más adelante y poder referirse al "Yo".

¿Por qué pensamos en "Yo" tanto? Por miedo. Por protección. Por desconfianza. Porque sabemos que la experiencia del dolor, del sufrimiento, es desagradable, e intentamos huir de ella. En ese intento de huir empezamos a disociar, lo primero, el dolor del "Yo". "Yo" siento dolor. Algo provoca dolor. No quiero dolor. Por lo tanto, "Yo" intento evitar el dolor, y para ello intento encontrar la causa del dolor. Pero esto ya es erróneo. "Yo" y el dolor no están divididos, igual que una llama no está separada de su luz.

No somos siempre los mismos. El dolor no es siempre el mismo. "Yo" experimento dolor porque "Yo" identifico la experiencia del dolor como algo separado del "Yo", como algo externo de lo que puedo huir. Cuando la realidad es que "Yo" soy el dolor cuando "Yo" experimento dolor. Y esa experiencia no será eterna. El dolor resonará en tu cuerpo, y activará otras experiencias. Experiencias de pensamientos, de recuerdos, de predicciones... "Yo" soy todo esto. Pura experiencia. Y "Yo" no he elegido ser estas experiencias.

"Yo" no elijo ser "Yo", porque elegir no es algo que dependa del "Yo". "Yo" no elijo ver, "Yo" no elijo oir, es algo que ocurre, simplemente. "Yo" no elijo hacerme la pregunta, ¿Quién soy "Yo"?. Pero la hago. Y ahora sé la respuesta.

Yo soy ahora.

Ahora no parece una buena respuesta para la pregunta "Quién". Porque ahora no es una persona. Y si pregunto "quién" soy yo, estoy esperando una respuesta que identifique una persona, una identidad, una cualidad o algo que me permita hacerme una idea de lo que es "Yo" y lo que es "no Yo". Y sin embargo, ahora es justo la respuesta que necesito para comprender dónde empieza el "Yo" y dónde termina. Porque la única propiedad que podemos decir de "Yo" es que no fue ayer, ni mañana, ni antes ni después. Esta es la trampa del tiempo.

El tiempo no es ni más ni menos que la idea de que existe una causa y un efecto, la causa de la experiencia y el efecto del recuerdo. La causa de un beso y el efecto del amor. La causa de una emoción y el efecto de un sentimiento.

"Yo" solo es el sujeto de un verbo, de una acción. Una acción que se divide en causante y efecto. "Yo" soy la causa de algunos efectos que "Yo" puedo observar. Como por ejemplo, "Yo" recuerdo algo. Se puede ver que "Yo" y el proceso de recordar están unidos. El sujeto y la acción se convierten en lo mismo. Y la acción se lleva a cabo en un momento concreto, ahora. Puedo hablar de una acción que se hizo ayer, pero hablar de ello no es lo mismo que el hecho de que ayer ocurriese. Pensar en que "ayer recordé algo" es una idea, pero en el momento en el que "Yo" recordé algo, en ese mismo momento, "Yo" era ahora. En este mismo momento, "Yo" soy ahora. Mañana, "Yo" seré ahora.

Entonces la única respuesta que es correcta es:

Yo soy ahora.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Tanha

¿Qué es el deseo? ¿Cuántos tipos de deseo existen? ¿Por qué sentimos insatisfacción y decepción? ¿Acaso todas las personas lo sienten por naturaleza?

En la gran vastedad de nuestra psique encontramos enrevesadas ideas y conceptos, en ocasiones obsoletos, antiguos y tóxicos. Tal vez una de las ideas más comunes y que más nos bloquean es la idea de que las cosas que hemos vivido se repetirán en el futuro. Como animales inteligentes, tenemos la capacidad de reconocer patrones y reproducirlos mentalmente; una herramienta de supervivencia tremendamente útil que nos ayudó a correr ante la visión de una criatura amenazadora, parecida a aquella que se comió a aquél compañero de caza durante la época en la que todavía vivíamos en cuevas y vestíamos con taparrabos.

Miles de años después seguimos reconociendo patrones y utilizando nuestra inteligencia para adelantarnos a los acontecimientos. Sin embargo, este comportamiento parece haberse vuelto patológico y descontrolado. El resultado; un hábito de ansiedad por predecir lo impredecible y estar prevenidos ante cualquier posible amenaza que nuestra mente se imagine. Por supuesto, no todo el mundo es igual de propenso a este comportamiento, pero se podría considerar una tendencia generalizada.

Es importante comprender la naturaleza impermanente e imprevisible de este caótico universo en el que vivimos, donde las únicas experiencias controladas que observamos son aquellas artificialmente creadas en un laboratorio (e incluso aquí, ni siquiera se controla el 100% de los factores). Si aceptamos que nuestras ideas tienen un margen de error con el que debemos lidiar, sólo nos quedaría tragar la posible sensación de inseguridad que nos deja la idea de vivir en un universo impredecible. Y si somos personas ambiciosas, con objetivos claros y metas bien definidas, debemos comprender que, al igual que un jardinero no puede CRECER una planta, nosotros no podemos OBTENER un resultado. Lo único que el jardinero puede hacer es abonar el terreno donde plantó la semilla, y regarla TODOS los días, pero sólo la cantidad suficiente. De la misma forma, si uno dispone de una semilla (una idea) buena, deberá echarle al suelo un abono de calidad (el entorno adecuado) y regarla (ejercitar y trabajar en la idea) a diario. Sólo queda esperar a que, si el Universo lo considera adecuado, la planta crezca. Y si no nos gusta la planta que ha crecido, siempre hay tiempo de plantar otra, e incluso varias a la vez, pues un jardín con una única planta parece un poco solitario. En la diversidad y el equilibrio está la virtud.

lunes, 21 de enero de 2019

Apuestas

"Mamá, quiero el osito...", dice el niño pequeño. Así que Mónica compra un billete de lotería de aquella caseta de la feria, mientras los ojos de su hijo están llenos de ilusión. Su mente ya sueña con abrazar al peluche. Casi puede tocarlo, su suave pelaje, y esa sonrisa encima de un lazo púrpura que invita a la serenidad y el descanso.

Con el corazón latiendo de emoción, el niño mira a su madre. Ella le sonríe, contenta por ver a su pequeño con tanta ilusión. Son unos minutos excitantes donde la simple visión de un futuro agradable provoca la genuina felicidad de un deseo a punto de cumplirse. Y cuando llega el momento del sorteo el tiempo parece detenerse. El feriante hace girar la cesta de las bolitas, y finalmente sale un número... "El 22".

"¿Nos ha tocado, mami?", pregunta el pequeño con ansiedad, "¿Nos darán el osito?". Y Mónica sonríe como puede, diciendo "Esta vez no, puede que otro día. ¿Vamos a tomar un helado?". Y el niño, triste y desilusionado, vuelve a soñar con otra imagen de un futuro agradable, y deja marchar la imagen del osito.

A cada momento de nuestra vida todos tenemos un deseo, una necesidad, un impulso, y al igual que en un sorteo de feria, sabemos que nadie nos garantiza que vayamos a saciar esas sensaciones. Es importante saber aceptar cuándo el sorteo ha terminado, y aceptar que no siempre podremos encontrar la satisfacción. Pero la vida continúa, y si uno se queda estancado pensando en lo que no hemos conseguido, pierde el tiempo que podría estar utilizando para participar en otros sorteos.

La vida no retrocede, el tiempo no se para, nada es eterno y no hay problema que no tenga solución. Pues al final todos tenemos los días contados en este mágico viaje que llamamos "vida".

Y como bien dice Alan Watts, "El viaje no consiste en reducir la distancia entre dos puntos, sino en disfrutar del camino que los separa".