jueves, 28 de marzo de 2013

Desaflojando

Un mundo nuevo se abría ante los ojos de Milo. Lleno de ilusión entró en la tienda de juguetes del centro comercial al que había ido aquella mañana con su familia. Emocionado, contuvo la respiración durante breves instantes mientras se dejaba impresionar por un paisaje de animales de peluche, aviones volando sigilosos, estanterías llenas de artilugios intrigantes y niños, muchos niños jugando en silencio con los artículos de los mostradores, todos ellos con una sonrisa en la cara.

Milo se adelantó hasta el mostrador más cercano y cogió entre sus manos una furgoneta amarilla con un mecanismo de cuerda. Giró la tuerca cinco veces y dejó el vehículo en el suelo para que iniciase una lenta travesía por el suelo pintado de cien tonos distintos de rojo, azul y amarillo. La furgoneta chocó de lleno contra la patita de un oso de peluche que una niña rubia, vestida de rosa, de apenas 7 años, sujetaba con una mano. La niña se agachó a recoger la furgoneta, y miró a Milo con aquellos ojos azules que denotaban la inocencia natural típica de los chiquillos de su edad. Extendió el brazo con la furgoneta hacia él y movió los labios, terminando con una mueca; sacando la lengua y dejando asomar parcialmente unos bonitos dientes blancos, entre los cuales faltaban un par de piezas. Milo se acercó a recoger el juguetito sin apenas mirar a la niña y se fue rápidamente, derrotado por su vergüenza. Se percató de que la furgoneta tenía un botón con el dibujo de una clave musical. Presionó el botón, y nada ocurrió. Se quedó de pie, cabizbajo y sosteniendo entre sus manos la furgoneta amarilla. La curiosidad se apoderó de él y giró levemente la cabeza para mirar a la niña del vestido rosa, la cual estaba entretenida atusando el pelaje del osito que sotenía. En ese preciso instante su mirada se dirigió hacia Milo. Fue aquella mirada, que se quedó grabada a fuego en su memoria, anclada a muchos de los sentimientos con los que identificaba su infancia. la que le dio valor suficiente para acercarse a la niña, poner una mano encima del osito y sonreir. Y aquella sonrisa pareció encontrar un hueco en el corazón de Milo, pues el joven chaval aprendió a sonreir aún siendo incapaz de escuchar sonido alguno.

lunes, 11 de marzo de 2013

Juegos

A un hombre una vez alguien le ofreció un regalo; una llave especial. No sólo era capaz de abrir todas las puertas y cerrojos que existían, además aquella llave le permitía viajar atrás en el tiempo y guardar información en dicho viaje, de forma que si el hombre se arrepentía de haber abierto una puerta podría viajar atrás y grabar una nota que le advirtiese a su yo pasado de no abrir dicha puerta.

El hombre observó el potencial que tenía el regalo, y emocionado comenzó a imaginar todas las cosas que podría hacer con aquella llave. La aceptó lleno de ilusión, y en cuanto la recibió leyó una nota que decía:

"No cojas la llave, o perderás el sentido de la vida"