lunes, 21 de enero de 2019

Apuestas

"Mamá, quiero el osito...", dice el niño pequeño. Así que Mónica compra un billete de lotería de aquella caseta de la feria, mientras los ojos de su hijo están llenos de ilusión. Su mente ya sueña con abrazar al peluche. Casi puede tocarlo, su suave pelaje, y esa sonrisa encima de un lazo púrpura que invita a la serenidad y el descanso.

Con el corazón latiendo de emoción, el niño mira a su madre. Ella le sonríe, contenta por ver a su pequeño con tanta ilusión. Son unos minutos excitantes donde la simple visión de un futuro agradable provoca la genuina felicidad de un deseo a punto de cumplirse. Y cuando llega el momento del sorteo el tiempo parece detenerse. El feriante hace girar la cesta de las bolitas, y finalmente sale un número... "El 22".

"¿Nos ha tocado, mami?", pregunta el pequeño con ansiedad, "¿Nos darán el osito?". Y Mónica sonríe como puede, diciendo "Esta vez no, puede que otro día. ¿Vamos a tomar un helado?". Y el niño, triste y desilusionado, vuelve a soñar con otra imagen de un futuro agradable, y deja marchar la imagen del osito.

A cada momento de nuestra vida todos tenemos un deseo, una necesidad, un impulso, y al igual que en un sorteo de feria, sabemos que nadie nos garantiza que vayamos a saciar esas sensaciones. Es importante saber aceptar cuándo el sorteo ha terminado, y aceptar que no siempre podremos encontrar la satisfacción. Pero la vida continúa, y si uno se queda estancado pensando en lo que no hemos conseguido, pierde el tiempo que podría estar utilizando para participar en otros sorteos.

La vida no retrocede, el tiempo no se para, nada es eterno y no hay problema que no tenga solución. Pues al final todos tenemos los días contados en este mágico viaje que llamamos "vida".

Y como bien dice Alan Watts, "El viaje no consiste en reducir la distancia entre dos puntos, sino en disfrutar del camino que los separa".