sábado, 6 de noviembre de 2021

Clima

Viento, brisa suave que acaricia nuestras mejillas. La fina lluvia de una nube que te envuelve. El frío calando a través del chubasquero, y tú, con tu cara de tonto y esa sonrisa que delata al niño que eres; que fuiste; que serás. Las vistas del valle. El verde manchado de tonos de otoño, la ladera de la montaña mostrando sin tapujos todo su esplendor. Ojalá tener el mismo valor para mostrarnos ante los demás al natural, sin filtros, con nuestros árboles de hoja marchita y los troncos partidos por las tormentas.

El silencio salpicado por las gotas sobre tu capucha. Pero hay silencio en tu mente. Durante diez puñeteros segundos, el silencio que tanto te gusta escuchar. Y es tu risa la que lo rompe. Qué maravilloso sonido, tu propia risa. Y te das cuenta de que eres feliz, aquí y ahora, con los pantalones mojados y el corazón calentito. Porque estás justo donde quieres estar. Porque has llegado a ninguna parte, y sabes que de mejor que ahí no se está en ningún otro sitio. Ya no hay peso en tu mochila, y el regalo de los sentidos fumdiéndose en tu consciencia es todo lo que necesitas en este momento. Puedes caminar libre, hacia ningún lugar, porque sabes que la felicidad no está en el destino, sino en las historias y experiencias que compartes de camino a ninguna parte.

Y qué mejor compañía para ir allí que otra alma libre... Otro niño perdido, como tú, que no busca; encuentra. Otra alma mágica llena de luz y amor, que te acompaña, que te recuerda que no es el cómo ni el cuándo lo que importa, ni el porqué, ni el para qué. Lo único que importa a veces es con quién. Da igual el resto, si estás con la persona adecuada. Es el clima que se crea al estar juntos, a pesar de la lluvia y el frío, a pesar del cansancio y las ganas de meterse bajo la mantita al llegar a casa. Es la sensación de plenitud, la satisfacción de sentir que todo está en su sitio, el sentimiento puro de paz, de calma, de serenidad.

Y encima, su sonrisa... Esa sonrisa con el brillo en los ojos, llenos de vida y alegría incluso en los días no tan buenos. ¿Qué más necesitas? Si es así de simple, basta con observar y sentir, aunque te asuste, aunque el corazón te lata a mil por hora, porque la intimidad es así; intimidante. Pero el clima lo acoge todo con sus brazos de amor y gratitud, y sabes que puedes estar tranquilo, por mucho que parezca que se te va a salir el corazón del pecho.

Es maravilloso estar vivo, pero sólo porque existe gente con quien conectar y compartir la experiencia de vivir. Gente dispuesta a crecer, a aprender y a superar sus miedos y sus dificultades, a pesar del dolor. Gente dispuesta a abrirse de par en par, a mostrar su lado más vulnerable y a confiar en ti como el testigo de sus emociones. A todos los que no tenéis miedo a mostraros como sois:

Gracias.