martes, 27 de enero de 2015

Ventura

Merece la pena escuchar lo que los más experimentados que nosotros tienen que decirnos. También merece la pena no hacerles caso.

Todo lo que queremos es la seguridad de un futuro sin problemas y la esperanza de alcanzar nuestro horizonte. Seguridad y esperanza, son dos sentimientos que una vez alcanzados nos permiten pedalear cada día en la bicicleta de la vida.

Demasiado tiempo llevo intentando descifrar el código de nuestra psique. Ahora entiendo un poco mejor cómo funcionamos. Y lo que concluyo es que somos imperfectos, chapuceros, y nuestra vida carece de un fin en sí misma. Somos una anomalía, un desequilibrio en la naturaleza. Por eso cada día que vivimos es un regalo increíble. Por cómo estamos hechos pretendemos proliferarnos y perpetuar nuestra especie, condenada a la destrucción en apenas unos siglos vista. Y eso se traduce en un sentido de la precupación constante por nuestro futuro.

El equilibrio es el punto clave de convivencia entre preocupación y despreocupación. Ese equilibrio vendrá marcado por los resultados predecibles, que son bastantes pocos. Por eso no tiene sentido preocuparnos por algunas cosas, y lo hacemos, mientras que nos mostramos completamente despreocupados por muchas otras que sí merecen ese estado de alerta. El problema es la pereza... Esa hija de puta se mete en medio sin que la llames y te jode los días cuando le da la gana.

En resumen, vivimos para disfrutar, pero hay unas reglas y no nos las podemos saltar. Solución más cómoda; la disciplina y los buenos hábitos.

Tras dos años de búsqueda mental he llegado a esta conclusión. Creo que es el momento de poner en práctica lo aprendido, ya que un camino se hace andando, y alguna vez querrás que alguien ande por esos mismos caminos... Incluido tú mismo si te pierdes. Es tu proyecto. Es tu vida.