domingo, 6 de noviembre de 2016

Despejando

Estoy cansado de perseguir luces que se alejan de mí a cada paso que doy. Estoy harto de fijar la vista en los mismos puntos y quedarme embobado con sus bailes. Quisiera dejar de sentir la necesidad de extender mi mano y cogerlas. Quisiera cerrar los ojos y olvidarme de ellas. Pero los abro y vuelven a hipnotizarme, y vuelvo a quedar preso de un sinsentido emocional que me conduce a mi propia frustración.

Hay una luz, una antigua compañera que camina junto a mí. Juguetona, se posa en mi hombro, y ya he aprendido a ignorar su belleza. Camina sobre mis brazos, e incluso se posa en mi palma abierta. Pero cuando la cierro, ella echa a volar entre carcajadas. Y vuelvo a observarla embelesado, flotando y girando, parpadeando con luces de mil colores y cautivando cada ápice de cordura que encuentro. Ya conozco su juego, y he aprendido a ignorarla. O eso quiero creer.

Estoy cansado de mirar como un niño cómo otros parecen encontrar la forma de atrapar sus luces, e intento imitarlos de forma torpe, pero sólo hago el ridículo. Y las luces se escapan. Las odio. Quiero mirar a otro lado y no hago más que encontrar nuevas luces que me vuelven a enganchar. Lo de siempre. Y no sirve quedarse quieto, así que seguiré intentando capturar a esas pequeñas brujillas mientras aún respire. Puede que algún día consiga lo que anhelo. Puede que algún día todas desaparezcan y yo descanse en paz.