jueves, 21 de agosto de 2014

Conclusiones


Después de más de dos años mis lecciones llegan a un fin. He alcanzado mi objetivo de ordenar mi mente y poner las cosas en su sitio, tanto intelectual como emocionalmente. He conseguido herramientas que me permitirán continuar mejorando y aprendiendo. El camino ha sido amargo y en ocasiones doloroso. A cambio he recibido el poder de cambiar mi futuro a mi voluntad.

Empieza una nueva vida llena de experiencias y sorpresas, una vida en la que el presente sea la llama que me guía hacia el futuro. Dentro de poco llegará la última pieza del puzzle, y este camino solitario se unirá al de otro viajero. Y nada conseguirá separarnos.

Aunque las cosas no siempre salgan como esperamos, la vida está llena de oportunidades.

martes, 27 de mayo de 2014

Amor y libertad

Casi siempre resulta imposible transmitir a los demás con precisión lo que sentimos, o un consejo, una experiencia... La mejor manera de aprender algo es haciéndolo, porque así funcionamos.

El amor y la libertad, dos conceptos ambiguos, difusos. Tienen una acepción generalizada, pero realmente son ideas abstractas que cada individuo concibe a su manera. Muchas veces se escuchan frases como "sigue el amor, te llevará a la felicidad", "compartir es vivir" y similares. Quienes inventaron estas frases eran personas que vivían en el amor; una filosofía de vida. Y estas personas se dieron cuenta del valor que tiene vivir así.

Parece contradictorio hablar de amor y libertad ya que se suele pensar que son excluyentes entre sí. Pero hoy quiero hablar de amor y de libertad como conceptos vitales, abstrayéndonos de su significado más terrenal y directo.

Primero hablaré de la libertad. La libertad podría definirse como la ausencia de sujeción y subordinación. La ausencia de ataduras. El poder de elegir según nuestra voluntad. Nunca podremos ser completamente libres, pero existe un grado de libertad que el ser humano necesita para vivir, y es la libertad de pensamiento. Algo tan difícil de sujetar, atar o controlar como es el pensamiento puede, en efecto, ser privado de libertad. De hecho, pocas personas poseen libertad de pensamiento. Por nuestra naturaleza constantemente buscamos saciar nuestras necesidades, y todo aquello que pensamos se dirige hacia nuestros sentimientos de necesidad. De modo que una persona con necesidades no es completamente libre de pensamiento, entendiendo por necesidades todas aquellas no atribuibles a la supervivencia. Por otro lado, la libertad de actuar puede parecer innata y permanente para todos los individuos. Al contrario de lo que parece, no tenemos libertad para actuar. Nuestras acciones se basan en órdenes dadas por el cerebro y somos nosotros quienes elegimos qué órdenes dar. Pero esta elección no es una elección libre, sino que nuestra mente decide en función de lo que siente. De modo que cualquier elección, hasta la más trivial, tiene una causa emocional y detrás de esa emoción está el razonamiento, tanto consciente como inconsciente. Pero al ser conscientes del momento en que tomamos la decisión creamos una sensación de identidad que nos llena por dentro, cubriendo la necesidad de sentirnos importantes en el mundo. De modo que, aunque sí podemos tener libertad de pensamiento, no tenemos libertad de actuar. En resumen, la libertad auténtica está en nuestra mente. Una mente libre puede pasearse entre sus ideas, conocimientos y recuerdos con facilidad, sin desviarse, yendo a donde se propone. Una mente libre puede imaginar cualquier cosa que se propone y puede manejar su propio contenido sin restricciones emocionales. Una mente libre es capaz de pensar al margen de lo que el cuerpo siente.

Del amor se han escrito millones de libros, guiones e historias. Cada persona interpreta el amor a su manera. Hoy hablo de un tipo de amor a nivel del alma, como el amor que siente una madre por su hijo. Como todas las emociones, el amor tiene un fundamento químico en nuestro cuerpo. Pero resulta que al contrario que otras emociones, el amor no es adictivo, no se desboca y no tiene límite. El amor se cultiva poco a poco dentro de uno mismo y es la emoción que permite a los seres actuar de forma altruista. El amor está ligado a muchas otras emociones como la amistad, el cariño y la realización personal. Una persona que se mueve por amor es una persona rica por dentro, plena de espíritu. Las personas de este tipo suelen prescindir de sentimientos como la envidia, la falsedad, la avaricia, la necesidad de impartir justicia o el odio. Una vez que tocan con los dedos al amor se dan cuenta de la luz que posee, de su calidez, de su belleza y su armonía. Cuando sientes el verdadero amor te sientes completo y sientes una oleada de energía positiva que te anima a hacer las cosas bien, a crecer y a ayudar a crecer a los demás. Este amor es difícil de encontrar, pero una vez que lo hacemos, nos aferramos a ello con fuerza, porque instantáneamente nos damos cuenta de lo equivocados que estábamos al otorgar poder sobre nosotros a las emociones antagonistas de las que uno prescinde cuando tiene amor. El amor se contagia, se comparte. El amor nos mueve en la dirección adecuada.

En definitiva, una persona que vive en el amor y que posee libertad es una persona llena de vida por dentro. Al margen de los problemas que cada uno pueda tener, la tranquilidad y la paz que otorgan estas dos ideas cuando se viven nos permiten lidiar con cualquier dificultad emocional, racional o vital. Si tienes amor y libertad, no necesitas nada más para vivir bien. Todo lo demás llegará sólo y tú como persona avanzarás en la vida mientras tengas la voluntad de hacerlo.

domingo, 11 de mayo de 2014

Encerrados

Todo comienza con la oscuridad. Siempre comienza así.

Un punto, una anomalía; nada más ni nada menos. La perturbación desconocida, el origen del caos y de la perfección. Lo que vino a continuación permanecerá oculto para nuestro conocimiento hasta donde llegan las evidencias. Teorías, siempre teorías; meras simplificaciones; abstracciones mentales fruto de nuestro intelecto y nuestra imaginación copulando sin descanso, pariendo ideas. Sólo las teorías nos permiten adentrarnos en lo desconocido, y es allí donde residen nuestras soluciones.

Todo comenzó de la nada, y en cambio aquí estamos. Te contaré una historia que nunca ha pasado, pero que guarda en su interior las lecciones de una vida.

Desde pequeño él siempre vio el mundo de otro modo. Sus ojos eran los mismos que los del resto, pero su mente le engañaba. Observaba el mundo moverse, veía niños jugar y reír, y él jugaba y reía con ellos. Pero su mente no pensaba en aquello; su mente trataba de analizar de forma vaga y amorfa lo que ocurría. Tú has contado un chiste, los demás se han reído. Yo he contado el mismo chiste, y sólo recibo miradas de desprecio. Tú hablaste con aquella chica y ella te cogió la mano. Yo hablé con la misma chica y ella me dio la espalda. Su mente trataba de entender aquello, pero por más que lo intentaba no conseguía descifrar el extraño código que componía aquél escenario. ¿Era su aspecto el que generaba rechazo? ¿Era su voz? ¿Era la forma en que se movía? Necesitaba más datos, necesitaba observar más. Sus ojos veían más cosas de las que su mente era capaz de entender, y se perdía con frecuencia en pensamientos sin salida.

Sus ojos eran iguales a los de los demás, pero donde los demás chicos veían números él veía razones. Donde los demás veían figuras él veía respuestas a preguntas que ni él mismo sabía que existían en su cabeza. Inconscientemente él iba encajando piezas en un puzle oculto. Comprendía el movimiento de una partícula y la relación entre un círculo y un cuadrado, pero era incapaz de entender la naturaleza de una sonrisa. Él veía rabia y tristeza en los demás; observaba cómo aquellas emociones les motivaban a hacer cosas sin sentido, por eso él huía de ambas emociones. Pensaba, analizaba y obtenía conclusiones simples, vagas pero coherentes con la realidad. No eran explicaciones ni reglas, y aún así las trataba como tal.

Así pasó gran parte de su vida, troceando cada escena que sus ojos le arrojaban; desgranando las visiones en trozos más fáciles de digerir y analizar, relacionando aquellas fracciones y recomponiendo las partes en escenarios imaginados. Él no entendía de "cómos", sino de "porqués", y pensaba que cada pregunta tenía una respuesta clara que permitía comprender el funcionamiento del mundo. Era un robot cuyo objetivo era entender, pero no sabía ni por qué estaba allí ni por qué hacía lo que hacía, pensaba lo que pensaba y veía lo que veía. No se lo planteó siquiera.

Fue avanzando en un mundo caótico y sin sentido aparente, y cada vez que intentaba encontrar una respuesta se topaba con mil incoherencias que no tenían solución. Una y otra vez rompía sus teorías sobre el funcionamiento de las cosas, y rápidamente daba con teorías nuevas e incorrectas. Iba amoldando su modelo mental al de la vida que vivía en función de lo que veía y sufría. Pero jamás supo diferenciar entre caminar y andar.

Un día todo cambió. La oscuridad se lo tragó, y en su interior se produjo en caos. Se quebró todo cuanto creía haber comprendido. Su mente se hizo añicos en menos de un día. Nada de lo que pensara podría sacarlo de allí.

Y fue en la oscuridad donde encontró el secreto que todo el mundo guardaba. No existe una respuesta, no existe una regla y no existe una explicación para lo que sucede en este universo. Sólo existen teorías. Lo desconocido se vuelve conocido a la luz de las evidencias, cuando una teoría cobra sentido. Pero ni aún así se puede explicar el funcionamiento de algo tan complejo como una vida. Éste fue el último pensamiento que tuvo antes de salir de la oscuridad.

Él siguió analizando las cosas; no conocía otra manera de sacar conclusiones. Pero desde el momento en que desistió de encontrar las reglas del mundo su mente empezó a encontrar colores entre el blanco y el negro. Sus ojos seguían siendo los mismos, pero por fin era capaz de ver lo que otros veían. Dejó de huir de la rabia y la tristeza, aunque jamás fue capaz de evadirse de su abrazo. Dejó de trocear las escenas a su alrededor y permitió a su mente ver más allá de lo que era el mundo, de los funcionamientos y de las reglas. Comprendió que aunque un camino no lleve a ningún sitio, la gente lo transitaba sin preguntarse a dónde llevaba. Entendió que aunque un letrero apuntase en una dirección, esa dirección no era la misma para todos. Concluyó que el mundo no era el mundo, sino su mundo. No podría hallar explicación para todo lo que ocurría a su alrededor, ni podría encontrar las reglas que hacían que las cosas sucediesen de aquella manera. Pero tenía teorías. Las teorías no siempre se ciñen a la realidad, pero nos permiten actuar en función a lo que creemos. Las teorías no siempre son universales, sino que cada mundo dentro de cada persona tiene su propia versión de una teoría.

Por fin, después de muchos años, encontró la respuesta que andaba buscando a una pregunta que nunca  supo que se hizo.

¿Qué es la vida?
La vida es una teoría en nuestra cabeza; una teoría que explica por qué estamos donde estamos, por qué somos quienes somos y por qué hacemos lo que hacemos. Como todas las teorías, la vida va cambiando según añadimos información a nuestra mente. Como todas las teorías, no se puede saber con exactitud si es cierta o no. Y como todas las teorías, cada uno tiene su propia versión.

Esta es la historia de cómo de la nada nacieron las ideas, y en nuestra mente encuentran un lugar donde dormir. La verdad es un engaño. La realidad es, en realidad, oscuridad. La libertad se consigue mediante la aceptación. El amor se forja como una espada, y es nuestro único instrumento para sobrevivir en la oscuridad. La muerte y la vida no son separables. Son la misma cosa. Somos la misma cosa.

Somos la oscuridad.

miércoles, 8 de enero de 2014

Saltar

Existe un fenómeno bioquímico que en conjunto con otros acontecimientos, tanto externos al ser humano como internos, nos hacen sentir emociones. Nadie es capaz de dominar sus emociones por la complejidad que entraña su origen y la imposibilidad de controlar la mayoría de nuestras funciones internas.

Dejando a un lado la ciencia, hablando en un lenguaje en el que todos podamos entendernos con facilidad, quiero resaltar la importancia en nuestra vida de las expectativas. Existen tipos de expectativas diversos, desde las expectativas sociales, las laborales, las internas... Concretamente me llaman la atención las expectativas inconscientes.

¿Por qué inconscientes? ¿Qué tienen las demás expectativas para no ser calificadas de inconscientes? Realmente podemos darnos cuenta de que estamos siendo víctimas de unas expectativas cuando al pensar en un evento futuro le atribuimos características de nuestra invención. Por ejemplo si al pensar en un examen directamente nos imaginamos a nosotros mismos intentando resolver unas preguntas difíciles y luego nos entra miedo es porque nuestras expectativas con respecto al examen son de dificultad excesiva, lo que nos provoca una distorsión del modo en que nos afectan los hechos y por tanto una alteración emocional inapropiada, lo que repercute en nuestra manera de planificar nuestras acciones o de tomar decisiones.

En resumen, una expectativa siempre nos condiciona en el presente. No por tener una expectativa u otra vamos a tomar una mejor decisión con toda seguridad, aunque existan casos en los que es obvio que rebajar nuestras expectativas va a conllevar una respuesta mejor en el presente que la que tendríamos del otro modo. Así funcionan nuestras expectativas, así nos afectan, y nosotros no podemos hacer mucho por cambiar este hecho.

En cambio sí podemos influir en nuestro nivel de expectativas, aunque no al 100%, pero con la experiencia podemos aprender que en ciertas situaciones no es bueno imaginarse las cosas de una manera concreta, o aderezar una imagen del futuro con imaginación. Siempre es bueno perseguir una visión realista de las cosas, pero cuando lo que imaginamos nos viene de lejos, no sabemos mucho sobre ello, es algo nuevo o simplemente no depende de nosotros mismos, cualquier cosa que imaginemos va a condicionarnos de modo que nuestras decisiones o nuestros sentimientos sean un poco menos coherentes con la realidad.

Y por ejemplo, cuando nos encontramos en el borde de una piscina en verano y ya hemos catado la temperatura del agua con la puntita del pie... Inmediatamente hemos creado unas expectativas sobre lo que sentiremos cuando estemos dentro del agua. En ese momento nuestra mente pone en marcha todo un complejo sistema de conexiones para evitar una sensación desagradable que NUESTRAS EXPECTATIVAS han generado. Pero, ¿acaso hemos entrado en el agua para que nuestro cerebro capte la sensación de frío que esperamos? Este es el poder de las expectativas, generar emociones que según cómo las interpretemos intentaremos evitar o conseguir. Para aquellos que se pasan la vida tratando de evitar peligros y sensaciones negativas, saltar a la piscina les resultará una odisea. Para aquellos que viven al día sin esperar nada de lo que vendrá, saltar es una aventura. Para aquellos a los que les gusta pensar en el lado bueno de las cosas y siempre encuentran un buen motivo para avanzar, saltar les resultará fácil y emocionante.