miércoles, 6 de febrero de 2019

Tanha

¿Qué es el deseo? ¿Cuántos tipos de deseo existen? ¿Por qué sentimos insatisfacción y decepción? ¿Acaso todas las personas lo sienten por naturaleza?

En la gran vastedad de nuestra psique encontramos enrevesadas ideas y conceptos, en ocasiones obsoletos, antiguos y tóxicos. Tal vez una de las ideas más comunes y que más nos bloquean es la idea de que las cosas que hemos vivido se repetirán en el futuro. Como animales inteligentes, tenemos la capacidad de reconocer patrones y reproducirlos mentalmente; una herramienta de supervivencia tremendamente útil que nos ayudó a correr ante la visión de una criatura amenazadora, parecida a aquella que se comió a aquél compañero de caza durante la época en la que todavía vivíamos en cuevas y vestíamos con taparrabos.

Miles de años después seguimos reconociendo patrones y utilizando nuestra inteligencia para adelantarnos a los acontecimientos. Sin embargo, este comportamiento parece haberse vuelto patológico y descontrolado. El resultado; un hábito de ansiedad por predecir lo impredecible y estar prevenidos ante cualquier posible amenaza que nuestra mente se imagine. Por supuesto, no todo el mundo es igual de propenso a este comportamiento, pero se podría considerar una tendencia generalizada.

Es importante comprender la naturaleza impermanente e imprevisible de este caótico universo en el que vivimos, donde las únicas experiencias controladas que observamos son aquellas artificialmente creadas en un laboratorio (e incluso aquí, ni siquiera se controla el 100% de los factores). Si aceptamos que nuestras ideas tienen un margen de error con el que debemos lidiar, sólo nos quedaría tragar la posible sensación de inseguridad que nos deja la idea de vivir en un universo impredecible. Y si somos personas ambiciosas, con objetivos claros y metas bien definidas, debemos comprender que, al igual que un jardinero no puede CRECER una planta, nosotros no podemos OBTENER un resultado. Lo único que el jardinero puede hacer es abonar el terreno donde plantó la semilla, y regarla TODOS los días, pero sólo la cantidad suficiente. De la misma forma, si uno dispone de una semilla (una idea) buena, deberá echarle al suelo un abono de calidad (el entorno adecuado) y regarla (ejercitar y trabajar en la idea) a diario. Sólo queda esperar a que, si el Universo lo considera adecuado, la planta crezca. Y si no nos gusta la planta que ha crecido, siempre hay tiempo de plantar otra, e incluso varias a la vez, pues un jardín con una única planta parece un poco solitario. En la diversidad y el equilibrio está la virtud.

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