martes, 19 de marzo de 2019

Virtudes


Éxito. ¿Qué es el éxito? Podría decirse que es la consecuencia de un resultado para el cuál algún tipo de voluntad ha llevado a cabo acciones orientadas hacia la obtención de dicho resultado. No existe éxito sin voluntad o sin acciones. Y todos sabemos que los mayores éxitos son aquellos que más deseamos, por lo que el éxito y el deseo están estrechamente relacionados.

Existen muchos tipos de deseo, y el problema reside en que pueden convivir simultáneamente en la misma persona. Entonces empieza el riesgo de que los deseos empiecen a ser incompatibles. Por ejemplo, el deseo de adelgazar y el deseo de comerse una deliciosa pizza. Suele ocurrir que los deseos más “terrenales”, es decir, aquellos que colman nuestros sentidos físicos y donde el éxito es claramente relacionable con la recompensa corporal de bienestar, tienden a ganar las batallas en cuanto a la cantidad de recursos físicos que acaparan. Por regla general, cuanto antes obtengamos nuestra gratificación, mayor prioridad será otorgada a alcanzar dicho objetivo. Otra de las reglas generales de los deseos es que cuanto menor sea la energía que creamos que debemos invertir, mayor prioridad tendrá un deseo.

En conclusión, nuestros deseos cambian de prioridad según nuestra mente calcule cómo de grande será la recompensa, cuánto vamos a tardar en conseguirlo y qué cantidad de trabajo nos requiere. Por eso existen ciertas virtudes fundamentales que aumentan las probabilidades de éxito para un deseo:
  • Determinación – Define la capacidad de proyectar el resultado final como si ya hubiera ocurrido, permitiendo vivir la recompensa como si ya la estuviéramos disfrutando.
  • Paciencia – Permite reducir la sensación de distancia en el tiempo para conseguir un objetivo, además de ser una capacidad clave en otros aspectos, como la capacidad de ignorar ciertos estímulos (físicos o mentales).
  • Esfuerzo – Aumenta la cantidad de energía que ponemos en una tarea cuando encontramos alguna dificultad y sentimos lo contrario a “deseo”; apatía.

Estas virtudes están relacionadas entre sí, y se pueden combinar para dar lugar a otras virtudes secundarias. Existen muchos factores que hacen que todas nuestras virtudes se encuentren más o menos accesibles como herramientas de construcción del éxito. Pero existe una virtud principal que se encarga de gobernar a todas las demás:
  • Disciplina – Es la virtud máxima que permite que se minimice la influencia que estos factores externos tienen sobre cómo de disponibles están nuestras virtudes.

Si uno trabaja su disciplina en cualquier parte de su vida, el resto de partes también salen beneficiadas, pues la disciplina es como un músculo que se trabaja con diferentes ejercicios y que permite obtener sus beneficios en cualquier conflicto en el que identifiquemos que nuestros deseos se encuentren.

Trabajar la disciplina no es fácil, pues requiere de paciencia, esfuerzo y determinación. A cambio, obtendremos más paciencia, más esfuerzo y más determinación en el futuro. Por eso, si uno cultiva su disciplina a través de determinados hábitos, el resto de virtudes se ven potenciadas. Ejercicios como la meditación o el yoga mejoran las capacidades de autocontrol, paciencia, equilibrio y concentración. El ejercicio físico intenso donde uno pone a prueba sus límites mejoran la capacidad de esfuerzo y perseverancia. Para aumentar nuestra determinación es recomendable guardar algunos momentos del día para la contemplación y la actividad mental moderada, en entornos de baja estimulación, donde uno pueda reflexionar sobre sus metas y poner en orden su mundo interior. Dar un paseo o sentarse a mirar un paisaje son actividades muy saludables que permiten a la mente navegar con tranquilidad en la enorme maraña de pensamientos y deseos entremezclados.

Toda esta reflexión se basa en una idea de éxito concreta, donde es necesario ejercer algún tipo de control sobre el medio que nos rodea o sobre nuestra realidad interior. Sin embargo, existe una realidad más allá del éxito donde el universo nos regala momentos mágicos, sin necesidad de ejercer control alguno, y en los que simplemente somos capaces de disfrutar del presente sin miedos, sin juicios, sin arrepentimientos ni expectativas. Son estos pequeños momentos en los que uno se siente lleno de gratitud y bienestar los que el universo pone a nuestra disposición día tras día, segundo tras segundo. Pero si nuestra mente está demasiado centrada en ejercer el control sobre el universo para lograr el éxito de alcanzar un deseo, será incapaz de disfrutar de ellos.

Como conclusión final, existe una forma de placer terrenal que proviene de satisfacer nuestros deseos, y existen formas de cultivar virtudes que mejoran nuestra capacidad de éxito. También existe el placer espiritual de sentir gratitud por el momento presente tal y como es, sin intentar cambiarlo. Ninguna es mejor que la otra, simplemente son dos formas de placer que uno puede sentir. Y para ambas, existe un factor común, que son nuestras creencias sobre el mundo, sobre los conceptos que manejamos con nuestro lenguaje y sobre nuestra realidad interior. Si uno ofrece a las creencias la importancia justa, ni más ni menos, podrá navegar de forma óptima de placer en placer, de momento en momento.

No existe una vida perfecta donde todo sea placer y el sufrimiento sea nulo, pero uno puede aspirar a centrar su energía de forma práctica en cómo obtener ambos tipos de placer y dejar al margen las partes más desagradables de la existencia, y esto sólo ocurre con una mentalidad y unas creencias sobre el mundo equilibradas y adaptables a la naturaleza cambiante del universo.

Namaste

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