martes, 10 de septiembre de 2019

Dos

A la luz tenue de las velas, sin barreras, piel con piel, corazón con corazón, fusionados en un abrazo infinito, encontramos en el silencio la paz que necesitábamos. Un intercambio de caricias, un suave beso en tu hombro, el aire de tu risa inevitable.

Abiertos, entregados, nos cuidamos entre sábanas de ternura y cariño. Con nuestros ojos cerrados, igual que nuestros brazos alrededor del otro, creamos un vórtice de energía purificadora que nos envuelve y revoluciona nuestros corazones. Desatados a la lujuria, contenidos por el placer, saboreamos cada segundo de nuestro encuentro y de desnudez, no solo del cuerpo, también del alma y la mente.

Navegamos en calma por la alegría y el entusiasmo, buceamos entre corales que nos rozan por dentro, junto a miles de pequeños peces de colores en nuestro pecho. Descansa tu cuerpo en mi cuerpo, al fin tranquilo y satisfecho, mientras nuestra ingenuidad e inocencia bromean entre los latidos silenciosos. Un suave gesto de tus labios en mi cuello me despiertan de mi catarsis, y al beso más dulce del mundo le sigue un escalofrío, y mi sonrisa más sincera. Un sentimiento de gratitud infinita me invade, y el deseo de traspasar tu piel y fundirme contigo se hace más evidente que nunca. Me visto de nuevo con tus caricias, y disfruto de cada milímetro que recorren tus manos. Vuelvo a preguntarme si será todo un sueño. Tu calor me responde, y vuelvo a sonreír de alegría.

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