miércoles, 4 de octubre de 2017

Magia


Cuando dejas de pensar en lo que pasará luego, cuando dejas de recordar tu pasado, cuando aceptas el mundo que te rodea tal y como es, entonces estás vivo de verdad.

Sabes que estás donde tienes que estar, con quien tienes que estar, y tu instinto te lleva de la mano en un paseo mágico por las maravillas de la vida. Y suele pasar que cuando estamos con esa persona especial que hace que nos sintamos inmortales, que es capaz de transportarnos al cielo con sólo una sonrisa, la vida parece tener todo el sentido del mundo.

Hay personas que llegan a nuestras vidas como un espectáculo de fuegos artificiales, llenando nuestra mirada de colores y formas hechizantes, y durante el poco tiempo que duran nos hacen sentir una felicidad difícil de explicar con palabras. Pero al final el espectáculo se termina, y sólo nos queda el bonito recuerdo de lo que ocurrió. Y nuestra mente nos engaña, deseando volver al pasado, a ese momento donde nos sentíamos a salvo de todos los males y donde nuestro cuerpo se estremecía en una sinfonía de sensaciones maravillosas. Pero ese deseo nos bloquea, nos impide seguir con nuestra vida.

Si algo he aprendido que merezca la pena compartir es que todo sigue, y en el futuro siempre llegan más sorpresas que no pueden compararse con las anteriores. Ni mejores ni peores, simplemente diferentes. Y los ojos que ven los nuevos cohetes también son diferentes. Todo cambia. Sin embargo existe algo común a todas esas situaciones...

Las personas queremos emocionarnos, queremos sentirnos queridos, a salvo, y sentir el éxtasis de la vida en nuestra piel. Eso no cambiará nunca, aunque sí nuestra forma de ver el mundo.

Me siento afortunado de haber podido ser testigo de algo tan maravilloso en mi vida, pero sería un error querer volver al pasado. Es necesario dejar marchar aquello que nos impide avanzar y crecer. Por eso quiero seguir caminando, dejando que la vida me sorprenda con sus maravillas. Y es que cuando mi cabeza reposa en mi almohada consigo conciliar el sueño al pensar que, pase lo que pase, al final todo sale bien.

De una manera, o de otra.

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